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El baloncesto, el apagón y un grito de libertad en sororidad

Selección Nacional de Puerto Rico gana plata en AmeriCup 2021

“Nuestras nenas están en busca del oro”.

Con ese mensaje el animador, Arnaldo “El Látigo” Guzmán, intentó motivar al público que en la noche del 19 de junio se dio cita en el Coliseo Roberto Clemente para el partido por la medalla de oro del AmeriCup 2021. Restaban 10 minutos para el inicio del choque entre los equipos nacionales de Puerto Rico y los Estados Unidos.

Si bien las puertorriqueñas debutaban en una final de este torneo hemisférico convocado por la Federación Internacional de Baloncesto (FIBA), la importancia de la ocasión trascendía lo que ocurriera esa noche sobre el tabloncillo de juego. La velada era política, y en los ojos de muchas personas, la ocasión se prestaba para pensar en términos descolonizadores.

El activismo en favor de integrar perspectivas de género feministas al deporte lleva años cuestionando el tipo de infantilización que Guzmán utilizó para describir a las canasteras puertorriqueñas.

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“No son nenas, son guerreras, mujeres grandes inspiración, que llevan gana en la sangre y a Puerto Rico en el corazón”, proclama un fragmento de la plena “Olímpicas” de la autoría de Margarita Morales Marrero y Laura Freytes Rodríguez.

Un día antes del juego, Puerto Rico derrotó por primera vez al conjunto de Canadá en un dramático partido. Ese mismo día, representantes de la política puertorriqueña depusieron ante el Comité de Descolonización de la Organización de las Naciones Unidas en Nueva York para reclamar nuevamente el derecho a la libre determinación e independencia de Puerto Rico. Asimismo, a principios de semana, un grupo de “cabilderos” locales viajó a Washington D.C. para exigir la admisión de las islas boricuas como integrante de los Estados Unidos de América.

Mientras esas discusiones de “status” se dilucidaban en Norteamérica, el evento de mayor trascendencia mediática y cultural que involucraba a la colonia y la metrópoli ocurría en el Caribe, dentro de un coliseo que por décadas ha sido sede de varios de los momentos más importantes del baloncesto puertorriqueño.

Era una noche para nuevamente celebrar los logros de las deportistas que cargan la monoestrellada, indistintamente de si nacieron en alguna de las islas puertorriqueñas o si representan a la matria en la diáspora.

“El hecho de que estén aquí [en la final] es histórico. Es ganancia y demuestra el compromiso de las jugadoras y de su equipo técnico, muy a pesar de las limitaciones que han tenido históricamente para practicar y desarrollar el deporte del baloncesto femenino en Puerto Rico. Eso nada más, las hace heroínas, y que sea contra Estados Unidos, pues siempre le da un carácter particular aquí en Puerto Rico, que somos una colonia. El nacionalismo, hasta el que menos lo practica, en estos juegos le sale natural. Sociológicamente es algo que se puede analizar y estudiar”, expresó a Todas la trabajadora social escolar Lydimar Garriga Vidal, quien estaba entre el público del evento.

El optimismo no faltó entre quienes celebraron que, tras concluir la primera mitad del juego, Puerto Rico dominaba por marcador de 36-34. A pesar de que el Coliseo Roberto Clemente no estaba lleno debido a los protocolos implementados por la actual pandemia, el público que llegó gritaba de júbilo en apoyo a quienes el próximo mes representarán a su país en los Juegos Olímpicos de Tokio.

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“Estas mujeres están, en este momento histórico, dando el pellejo por el país y defendiendo la patria por medio de una bola de baloncesto. Yo creo que es emotivo, por lo menos para mí. Es conmovedor. El fervor y admiración que siento por estas 12 muchachas es increíble”, comentó el historiador y bibliotecario escolar, Cacimar Cruz Crespo, también asistente del encuentro.

El racismo en la cancha

Pasadas las 10:00 p.m., se acercaba el inicio del tercer parcial del partido. Minutos antes, en un incidente racista, la mascota oficial del torneo, Jay Jay, hizo una dramatización de fotografiar a un joven negro que trabajaba en el evento. Tras “fotografiarlo”, la persona disfrazada contratada por FIBA mostró un cuadro de un mono como si fuera el resultado del retrato.

“Eso es racista”, gritó un fanático.

La indignación del hombre hizo recordar que en Puerto Rico, cada vez, son más las personas que repudian que el racismo, el sexismo y la homofobia se justifiquen con la excusa de que se trata de comedia

El tercer parcial del choque avanzaba y las estadounidenses tomaron ventaja, tras ganarlo 21-11. Luego de haber transcurrido tres cuartas partes de juego, el marcador favorecía a las jugadoras norteamericanas 55-47. Sin embargo, la fanaticada local nunca se quitó y continuó vociferando su apoyo a las puertorriqueñas durante el último parcial.

Apagón da paso a otro duelo

Entonces, ocurrió lo inesperado. Un suceso relacionado a un contrato cuestionable y a la precaria infraestructura eléctrica de Puerto Rico convirtió la velada en una inolvidable y hasta especial.

Restando 1:59 de juego, y con el marcador 70-59 favoreciendo a Estados Unidos, el Coliseo Roberto Clemente se fue a oscuras poco después de las 10:30 p.m. Una falla en el sistema eléctrico detuvo el partido por cerca de 20 minutos.

“Fuera LUMA, fuera LUMA”, gritaba el público a son de plena.

La referencia desde las gradas era de repudio a la empresa LUMA Energy, entidad a la cual el Gobierno de Puerto Rico le otorgó un contrato millonario por 15 años para administrar la operación, transmisión y distribución de la energía eléctrica en todo el país.

“El boricua siempre busca la manera de entretenerse y estar en el jolgorio”, gritó a carcajadas un joven, quien se identificó como Edwin Otero del pueblo de Manatí.

Cientos de personas encendieron las luces de sus celulares, como si se tratara de un concierto. Las jugadoras salieron al tabloncillo a practicar, a pesar de la oscuridad. Reinaba la incertidumbre dentro de la instalación. Había rostros de resignación y hasta comentarios que lamentaron el vergonzoso apagón que estaba siendo transmitido por televisión internacional.

Pero, ante la situación, las jugadoras tomaron el control de la situación. Las integrantes de ambos equipos se acercaron a la mitad de la cancha y decidieron comenzar una competencia amistosa de baile. La rivalidad que minutos antes se reflejaba en el partido oficial de FIBA pasó a un segundo plano. El incidente provocado por la ausencia de iluminación posibilitó la unión de 24 mujeres deportistas que bailaban en solidaridad. Era el 19 de junio y en los Estados Unidos de América se conmemoraba el día de la emancipación de la esclavitud (Juneteenth).

Esa noche, el deporte convocó a reflexionar sobre las agendas pendientes de descolonización en América. No solo Puerto Rico continúa bajo una relación colonial bajo la bandera estadounidense y un Gobierno local patriarcal, sino que las atletas del resto de los países participantes del AmeriCup libran batallas políticas en sus respectivos entornos.

Las dominicanas continúan su lucha por la despenalización del aborto en tres causales. Las medallistas de bronce de Brasil resisten a un gobierno machista que ha sido responsable por la muerte de miles de personas como consecuencia del COVID-19. Por su parte, las estadounidenses usan la plataforma de los eventos deportivos para crear conciencia sobre la violencia racial y la inequidad por razón de género en su país.

Al final de la jornada del AmeriCup, las puertorriqueñas no encestaron más puntos que sus rivales, pero ganaron su primera medalla de plata en ese tipo de evento. Celebraron una importante gesta que, más allá de lo deportivo, despertó conciencias y desplegó dosis de esperanza para un país que siempre está en lucha.

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