“Las matan y no aparece la Policía”. Es una verdad muy dolorosa y triste. Lo que no sé es cómo ni de qué manera se convirtió en un chiste de gente en el público del juego en el que la Selección Nacional de Baloncesto de mujeres de Puerto Rico se enfrentó a la de Argentina la noche del sábado, como parte del torneo AmeriCup.
Hacían referencia a que las mujeres árbitros no cantaban faltas o no respondían como estas personas querían. Pasa también en juegos de las ligas de hombres, pero siempre de formas muy distintas.
Me sentía incómoda y fuera de sitio. Pensaba en lo importante que es salir de las burbujas, pero también en lo doloroso que se sentía, después de más de un año de pandemia y encierro, que el primer encuentro amplio estuviera totalmente dominado por estos pensamientos y esta cultura machista.
Entonces, se me ocurrió, que, después de todo, para la crónica feminista en un juego de baloncesto de mujeres, hace falta una feminista en el público. Decidí quedarme con la intención de tratar de entender por qué seguimos en esas perspectivas.
Entusiasmo no era lo que estaba faltando en ese lugar. Jugaba el equipo de Puerto Rico contra Argentina y me parecía tan necesario apoyar el espacio, a pesar de no ser una fanática de los deportes.
Antes de la pandemia, coordiné una campaña de Coordinadora Paz para las Mujeres que se llamaba Juega pa’l equipo, que atendía directamente el tema de la violencia sexual en el deporte. Desde una aplicación y análisis con perspectiva de género, se construía conocimiento, preguntas, y se generaban propuestas a los conflictos que la violencia de género implica para las personas mujeres, trans y no binarias en el escenario deportivo. Recuerdo las conversaciones con atletas universitarias, junto a las que problematizamos el modo en que se recibe la violencia en estos espacios, desde el entrenamiento, la exigencia deportiva inequitativa, sin quedarnos meramente en el asunto de las diferencias biológicas, sino, profundizando en la cultura que normaliza y perpetúa mitos, estigmas, y violencias contra las mujeres, personas trans y no binarias e intersexuales en el deporte, entre otras intersecciones.
Por eso, estar en este juego no era solo ir a verlas jugar. Quería apoyar de alguna manera el deporte femenino en Puerto Rico, y las pensaba. Sentía que nada ha cambiado, como si estuviéramos en un bucle y esto viene por mi vena de pesimista, pero el problema es real no es un invento de mi cabeza feminista que rabia. Dice Delia Lizardi Ortiz, en el artículo Contra el acoso sexual en el entrenamiento deportivo:
“Aunque el 79% de los participantes de la encuesta contestaron no haber sido víctima de acoso sexual, el 98% aseguró recibir piropos y comentarios de índole sexual durante su entrenamiento. Y el 68% contestó que utiliza diferentes estrategias para evitar el acoso como entrenar en compañía, solo de día, evitar lugares solitarios y ropa poca reveladora. No se percibe como un problema, pero se actúa con el problema latente. Un 21% de los participantes aceptaron haber sido víctimas de hostigamiento sexual, proviniendo un 60% de parte del entrenador, 20% de compañeros de equipo y un 33% por parte de personas anónimas.”
No es un asunto aislado. Los casos de violencia sexual en el deporte en Puerto Rico suceden, entre otras cosas, porque hay impunidad. Igual que los feminicidios, y transfeminicidios.
Todavía, no hay justicia ni transformaciones sociales significativas. El estado no asume con urgencia la atención de estos problemas. Por tanto, tampoco lo hacen las instituciones, y mucho menos las deportivas.
“Las principales ligas deportivas en Puerto Rico, entre ellas la LVSF, el Baloncesto Superior Nacional Femenino (BSNF) y la Liga Atlética Interuniversitaria (LAI) no incluyen en sus reglamentos deportivos sanciones ante conductas de hostigamiento sexual”, apunta Zulymar Dros Guerrero, en el artículo Sin medidas contra el hostigamiento sexual principales ligas deportivas en Puerto Rico, publicado en la revista A cuenta gotas.)
En un estado de emergencia por la violencia de género en Puerto Rico, no se está hablando de esto.
Prefieren conversar sobre cómo es que hay que “bajarles el canasto” o de “equidad en el sentido biológico” con respecto a la desigualdad entre hombres y mujeres en el deporte. Y no digo que eso no es importante, pero no es lo urgente.
¿Por qué no estamos conversando más sobre cómo la visibilidad y apoyo al deporte femenino, además de la cobertura mediática, depende también de la manera en que somos educadas y socializadas las personas, y la cultura que reproducimos? Pueden haber cientos, miles de medios cubriendo los juegos de mujeres, y tener una cobertura misógina y machista que nos hace un flaco servicio.
¿Por qué no estamos hablando de preguntar más, a las que están ahí, a las atletas, qué es lo que quieren? ¿Qué es lo que necesitan?
Parece que es más importante para alguna gente enfocarse en que “el juego sea más activo” lo que sea que eso signifique. El nivel de juego que presencié, no solo fue activo, fue de altura, y excelencia. Para mí, no le hacía falta un donqueo, más rapidez en la cancha, más estatura ni un canasto más bajo. Para mí, son otros los asuntos urgentes.
Para que los juegos de baloncesto superior femenino se llenen, hace falta mucho más que un donqueo, más que “estatura”, más que un canasto más bajo y mucho más cobertura mediática. Necesitamos otra cultura. Y sí, es verdad que eso no pasará de la noche a la mañana. No es solo un asunto de Puerto Rico, sino del mundo y sociedades.
Sin embargo, responde a un problema común, el sistema patriarcal. No va a cambiar si no lo intencionamos y promovemos ya. Si nos seguimos riendo de los chistes machistas en la cancha, no va a cambiar. Si los ‘comentarios’ y ‘análisis’ del juego siguen siendo misóginos y biologicistas, no va a cambiar. Si los insultos, aunque no sean “arbitro cabrona” son un “eres una antideportiva”, no va a cambiar. A las mujeres, cuando no se les puede atacar por su reputación, se les ataca por su profesionalismo. No podemos ser cómplices.
Para satisfacer mi vena de esperanza radical, me sueño en un juego de baloncesto de mujeres con mis amigas feministas para animar a las nuestras y construir nuevas narrativas de culturas deportivas feministas. Sé que las feministas tenemos mucho que hacer y que no somos responsables de estar en todos los espacios. Por eso, digo que lo sueño.
Urgente es educarnos con perspectiva de género. Hace mucho tiempo que lo necesitamos. Todo está envenenado con el machismo, incluso, los espacios dónde las mujeres y mujeres trans se han asumido y han transgredido.
La noche del sábado, mientras escuchaba al público, comprendía dolorosamente algo, y es que allí no van a ver mujeres que juegan baloncesto profesional. La lectura es otra. Van a ver mujeres que “juegan a hacer lo que hacen los hombres”. Y esa es la medida comparativa todo el tiempo. No están en las gradas (y me atrevo a generalizar) porque las reconocen, apoyan y acompañan como mujeres atletas. Están para otra cosa, como para decir “canta pajarito” e inmediatamente después gritar “ tráiganme a los árbitros”. Un poco más y piden que sea un juego de baloncesto de hombres. Pero eso puede cambiar construyendo cultura de equidad. El futuro deportivo será feminista o no será.