(Foto de la página de Facebook de la WNBA)
Desde que se reanudó el baloncesto profesional en los Estados Unidos a finales de julio, la mayor atención mediática ha estado centrada en la participación deportiva de los hombres y la forma en que estos han utilizado los partidos de la National Basketball Association (NBA) como plataforma para protestar en contra de la violencia racial en su país. Mucha menos exposición han tenido las baloncelistas, quienes, por años, han realizado trabajo activista en el que abogan por aspectos como mejores condiciones de trabajo y justicia racial.
Al igual que la NBA, el torneo de la Women’s National Basketball Association (WNBA) tuvo que hacer cambios en su formato y calendario debido a la emergencia de salud que provocó la pandemia de la COVID-19. Ambas ligas fueron reactivadas durante el verano para celebrar sus juegos dentro de unas instalaciones de acceso limitado y sin público. Mientras los hombres fueron enviados a una “burbuja” en Walt Disney World, en Florida, las baloncelistas tuvieron que ir las canchas de IMG Academy en el mismo estado.
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Si bien los dos torneos han abrazado la causa de Black Lives Matter (BLM), por medio de las protestas que jugadores y entrenadores realizan antes del inicio de cada juego, una mirada con perspectiva de género puede aportar a entender las diferencias entre las manifestaciones políticas de las baloncelistas, en comparación con aquellas protagonizadas por los baloncelistas.
“Cuando examinamos la trayectoria de las mujeres en los deportes, es contundente su compromiso con las luchas sociales de los distintos movimientos como BLM, así como las luchas de la comunidad LGBTTQ+. En cierto modo y sin menospreciar los esfuerzos de los deportistas masculinos, el apoyo hacia las luchas sociales ha sido un verdadero movimiento colectivo, lo cual contrasta con lo que vemos en sus contrapartes masculinas como lo fue el caso de Colin Kaepernick (en la NFL en el 2016), quien fue poco respaldado por sus pares”, dijo a Todas la estudiante doctoral en Psicología Clínica y analista del baloncesto de mujeres Bianca Planas-García.
“Otro punto a destacar es que tenemos jugadoras con carreras en su pico (peak) que han decidido no ser parte de esta temporada 2020, optando por dedicarse a dar apoyo con su tiempo a los movimientos actuales, sin perder de perspectiva la brecha salarial que existe, donde las mujeres cuentan con menos auspicios poniendo en mayor riesgo su estabilidad financiera”, añadió la investigadora académica.
Las protestas deportivas del verano 2020 surgieron en respuesta a las movilizaciones multitudinarias que se llevaron a cabo en distintas ciudades estadounidenses, luego del asesinato del hombre negro George Floyd, a manos de la policía de la ciudad de Minneapolis. La imagen de un oficial arrodillado sobre el cuello de Floyd recorrió el mundo entero y causó una renovada ola de indignaciones entre quienes condenan la violencia racial en los Estados Unidos. Miles de personas tomaron las calles entre finales de mayo y principios de junio. Asimismo, atletas de diferentes disciplinas deportivas se unieron a los reclamos.
En el caso de la WNBA, sus protestas más recientes han estado enmarcadas por la unidad y consistencia de sus jugadoras.
“El apoyo y las protestas que la WNBA ha estado realizando ha contado con la participación de las 144 jugadoras de dicha liga, lo que demuestra un apoyo del 100% de la plantilla femenina, independientemente de su origen étnico o racial. El apoyo ha sido verbal, pero más que nada, ha sido un apoyo visual, respondiendo así a estos tiempos de pandemia. Han seguido los pasos de la Selección Nacional de Fútbol Femenino, a las gimnastas que acusaron al doctor Nassar y otras deportistas, como Serena Williams, que han alzado la voz no solo a favor de ellas como deportistas, sino reclamando derechos y actuaciones que redunden en el bienestar colectivo. Los actos de protestas masculinos han sido más esporádicos y de carácter individual. Las protestas en las Grandes Ligas con juegos suspendidos, la semana pasada, podría ser un indicio de una nueva mirada al deporte masculino que pudiera flexibilizar su ‘apartheid’ de lo que es el mundo real y sus limitaciones”, comentó, por su parte, la historiadora e investigadora de la mujer en el deporte Delia Lizardi Ortiz.
No es la primera vez que las atletas de la WNBA usan la plataforma de los juegos para denunciar la violencia racial en los Estados Unidos. Por ejemplo, en el 2016, un grupo de jugadoras del equipo Minnesota Lynx protestó por la muerte del hombre negro Philando Castile, a quien la policía abatió a tiros dentro de su vehículo, y en presencia de su novia y la hija de ella. Vídeos del incidente demostraron que Castile cooperó al acceder a dar sus documentos como conductor y hasta le notificó al policía de Minnesota que cargaba un arma legal para así evitar malentendidos. La protesta del equipo Lynx fue repudiada por los policías de ciudad de Minneapolis, quienes abandonaron el coliseo donde se llevaría a cabo el partido de la WNBA que fue precedido por la manifestación antirracista de las jugadoras.
La trayectoria de lucha de las baloncelistas no se limita a temas de índole racial exclusivamente. Las jugadoras de la WNBA tienen que, igualmente, lidiar con otras capas de opresión, entre las que sobresale el trato desigual hacia las mujeres deportistas, especialmente en un deporte como el baloncesto.
“Siento que (la lucha racial) es otra batalla añadida que las jugadoras experimentan, y como mencionan ellas mismas, son seres humanos primero antes de ser jugadoras profesionales y merecen ese derecho humano de ser tratadas con igualdad”, explicó Ashley Morell Vega, quien trabaja como terapeuta atlético y entrenadora personal.
“Creo que es lamentable que la mujer deportista sea expuesta a otra lucha, ya que todavía cuentan con la desigualdad de género en el deporte. Estoy en total acuerdo con sus propuestas que están realizando en la liga (WNBA), y cómo hay que tener una prioridad en la vida fuera del deporte. Esto será una lucha larga, pero pienso que es necesaria en la liga y en el deporte. La diferencia entre ambas ligas (WNBA vs. NBA) siempre estará atado a las expectativas de género, ya que aun cuando no se espera que figuras deportivas tomen roles activistas, las mujeres traen la desventaja que para la mirada social estereotipada una madre no debe dar ese ejemplo, ya que, para muchos, protestar equivale a incentivar violencia y es algo que no es aceptable para la mujer”, añadió la también entrenadora de fútbol.
A juicio de Lizardi Ortiz, las jugadoras de la WNBA son conscientes de los estigmas que todavía forman parte de las representaciones culturales sobre las baloncelistas. Para ellas, la aspiración de mejorar su situación como trabajadoras es una de las principales motivaciones que les inspira a continuar con los reclamos de equidad en asuntos de raza y género, a pesar de las repercusiones que en ocasiones puedan enfrentar por ejercer su derecho a la expresión.
“Las mujeres deportistas han estado más dispuestas a sufrir repercusiones económicas en su práctica deportiva si esto conlleva dejar un mundo mejor, no solo a ellas, sino a las que vienen subiendo”, dijo Lizardi Ortiz, quien es autora del libro Imagen de la mujer deportista puertorriqueña.
El deseo de transformación social en beneficio de todas las mujeres deportistas forma parte de la agenda en las protestas lideradas por las integrantes de la WNBA. Sus manifestaciones del verano 2020 representan un capítulo adicional a una larga trayectoria de activismo y trabajo político en unidad.
“El movimiento es de todas, no de unas pocas. Mientras los hombres donan dinero, las mujeres donan su tiempo y con eso su carrera. No es un movimiento de Lebron; es un movimiento de todas”, puntualizó Planas-García.