Un beso entre una mujer trans, Villano Antillano, y una mujer negra, Tokischa, ambas provenientes de sectores populares de Puerto Rico y República Dominicana, respectivamente, causó mucho revuelo e indignación entre hombres raperos cis y heterosexuales. Estos nuevos guardianes de la moral, están escandalizados con el peligro que la Villana y Toki representan para nuestres niñes y la familia, afirman. Lo que no cuentan es que, realmente, les preocupa perder el escalón en la escala social que les da el privilegio de ser hombres, blancos, heterosexuales y cisgénero.
No solo el privilegio masculino, sino, además, la supremacía blanca, heterosexual y cisgénero, les ha otorgado históricamente, el poder de hacer con las mujeres los que le da la gana. Sus líricas y rimas lo demuestran, pero también el comportamiento social. En sus mundos, las mujeres somos contempladas únicamente como objetos y, dependiendo de nuestras identidades, como fetiches. Así, las mujeres trans y las mujeres negras son objetos de sus fantasías, pero nunca humanas y, en tanto no humanas, imposible ser sujeto de placer.
Quienes tuvieron la suerte de presenciar el show en Club Brava de Villano Antillano y Tokischa, además de un beso, presenciaron un acto profundamente revolucionario. La agencia del cuerpo y la sexualidad exclusivamente para disfrute propio en un (c)istema que únicamente contempla nuestras cuerpas en función del placer masculino. Eso, sin duda, es una subversión del orden que históricamente nos han impuesto y que, aun contemporáneamente, nos sigue atravesando las cuerpas.
Estos hombres blancos ofendidos, son eso, hombres blancos. Acostumbrados a valerse de todos los privilegios que sus identidades les han otorgado a costa de negarnos muchas cosas, entre ellas, a disfrutar plenamente de nuestras cuerpas y sexualidad. En ese sentido, presenciar como mujeres talentosas, diversas, de los sectores populares, no solo escalan en el género urbano, tradicionalmente dominado por hombres cis y heterosexuales, llegando a rimar con Bizarrap y Madonna, sino también en la apropiación de sus cuerpos y su placer, les deja patidifusos y, bastante, desorientados.
No les preocupa la familia. Si les preocupara, denunciarían la familia como la institución donde se perpetúan la mayoría de las agresiones sexuales y abuso infantil. Ninguno de ellos ha hablado de esto antes. Tampoco les preocupan les niñes, porque si les preocuparan estarían denunciando la falta de perspectiva de género en la educación y la ausencia de educación sexual integral que permite a la niñez identificar el abuso sexual de manera rápida y efectiva.
Lo anterior no quiere decir que no estén preocupados o no deban estarlo. Tienen razón para estarlo. No hay duda de que esta nueva generación y las venideras están listas y decididas a acabar con el privilegio masculino dentro de un sistema racista y cisheteronormativo. Están preocupados porque las mujeres trans y las mujeres negras ahora ocupan espacios que habían reservado con celo para ellos y para quienes son como ellos. Se les escaparon a las garras de la Parada 18 y de la limpieza de sus casas, para arrebatarles, con éxito, la tarima. Ya no son únicamente objeto de sus fetiches, sus escapadas a Santurce cuando nadie les ve, sus trucos o sus “culos”, como les llaman. Ahora, ocupan su lugar, no porque se lo dieron sino porque se lo arrebataron, a ellos y al patriarcado.
Así, que, si te incomodó el beso de Villano y Tokischa, tienes que revisar tus privilegios y cómo te beneficias de un sistema que se nutre de la opresión e invisibilización de mujeres como ellas y la hipervisibilización de mujeres blancas, privilegiadas con vidas instagrameables, para vendernos moralidad capitalista que asegura que todo corra como de costumbre. Es un trabajo individual y colectivo que está pasado de tiempo ya y que nos urge hacer, si es que nos interesa vivir en una comunidad libre de violencias, cosa que no estoy muy segura que les interese a los raperos ofendidos.