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“Soy bien pato, ¿y qué?”

(Aviso de contenido sensible: Uso de palabras consideradas discriminatorias. Recuento de historias de bullying).

¡Cuac! ¡Por ahí, viene el PATO!”, era una de las cosas que escuché demasiado en mi infancia.

Qué difícil fue escuchar durante mi niñez que me comparasen a un ave plumífera que se la pasa mucho tiempo en el agua. “¿Qué tienen que ver los patos conmigo?”, me preguntaba constantemente. No fue hasta que, en la intermedia, aprendí que el peso que cargaba esa palabra era mucho más que el de compararme con un animal. No fue hasta que llegué a la escuela intermedia que realmente entendí que el llamarme pato era una manera en que les compañeres de la escuela me feminizaban e inferiorizaban. 

Aquel apodo que estaban utilizando en mi contra, y con el que me gritaban verbalmente mientras me agredían físicamente, tenía la intención de humillar mi orientación sexual percibida. Por muchos años, el mero hecho de escuchar la palabra me revolcaba por completo el estómago. Ni siquiera cuando la escuchaba venir de hombres gays podía sentirme en calma, pues esta palabra ya cargaba demasiado dolor sobre mi conciencia. 

Luego de un tiempo, mi relación con este vocablo fue cambiando. Todo lo que pensaba cambió gracias a que una noche, mientras salía con amistades, escuché a un hombre gay gritar en una barra: “Soy bien pato, ¿y qué?”. Todos mis amigos gays a mi alrededor andaban indignados. No entendían cómo alguien podía utilizar una palabra tan discriminatoria hacia sí mismo. “Ese no se quiere”, escuché a uno de ellos decir. Sin embargo, las palabras de este joven cavaron bien dentro de mí. 

El origen de la palabra “pato” 

No hay mucha información relacionada sobre cómo se comenzó a llamársele “pato/pata” a las personas LGBTIQAP+. Lo que sí sabemos es que la palabra tenía una connotación negativa y patologizante. Los pathos -proveniente del latín que significa sufrimiento, enfermedades o emociones fuertes- han sido fenómenos que se nos han asociado a las personas sexo-género diversas desde hace muchos años. No tan solo se nos consideraba personas con trastornos mentales, sino que también se nos asoció con la pandemia del VIH/SIDA. Éramos “locas” y “enfermas” ante los ojos de muchos psiquiatras, doctores, juristas y la sociedad en general. 

Descentralizando los términos eurocentristas

El eurocentrismo se refiere a la ideología que centraliza los valores socioculturales de Europa, y verlos como universales e incambiables. Para lograr dicha centralización, es necesario excluir cualquier idea o valor que venga desde afuera del ideal eurocentrado. Pero, ¿qué tienen que ver estas ideas con nuestras identidades?

Desde hace muchos años, se llevan utilizando términos como homosexual/gay/lesbiana, bisexual, transexual/transgénero/trans, asexual, pansexual, no-binarie (y todas las identidades dentro de esta sombrilla), queer/cuir, entre muchas otras. Si bien es cierto que al asumir estas identidades hemos logrado avanzar las luchas de derechos de las comunidades sexo-género diversas, también es importante reconocer que esta terminología se origina desde espacios académicos, psiquiátricos y médicos de países tradicionalmente eurocentristas. Esto no es inherentemente negativo, pues cada persona se debe asumir e identificar como así lo desee. No obstante, así como se centralizan unas identidades de género y orientaciones sexuales, también se desplazan otras.

Las identidades puertorriqueñas

Como había mencionado, en Puerto Rico, el Caribe y los países hispanohablantes han habido una serie de palabras que han sido utilizadas para referirse a las personas LGBTTIQAP+. Algunas, como “pato”, “maricón”, “marimacha”, “tortillera” y “loca”, han sido palabras que han surgido desde personas fuera de nuestras comunidades para discriminarnos. 

Otras, como “ponka”, “musculoca”, “bucha” y muchas otras, fueron adoptadas por nuestras mismas comunidades, muchas veces, para discriminarnos entre sí. A pesar de que en un principio muchas de estas palabras fueron creadas bajo la intención de devaluar a les demás, se ha visto cómo recientes generaciones han reivindicado estos términos para asumirlos como algo positivo. El reivindicar, lo cual se refiere a la estrategia de tomar un término discriminatorio y utilizarlo a tu favor, ha sido una estrategia utilizada en muchos países, incluyendo aquellos eurocentrados.

Similitudes entre “pato” y “queer/cuir”

Así como la palabra “pato” es utilizada contra las personas LGBTTIQAP+ sin importar si se refiere a mujeres trans, hombres gays o cualquier otra persona, también en países como Canadá, Estados Unidos y Europa se utilizaba la palabra “queer”. Luego de un tiempo, las personas comenzaron a cambiar el significado de “queer”, reivindicándolo con el objetivo de ya no permitir que esa palabra les lastimara. 

Aunque inicialmente hubo resistencia por parte de muchas personas en que se reivindicara la palabra “queer”, al pasar los años, se transformó en el término que conocemos hoy en día. Por lo tanto, el que muches podamos asumirnos como queer/cuir (“cuir” es la versión criollizada de “queer” y una manera de resistir al inglés) hoy se lo debemos gracias a todas las personas que retomaron un término y lo transformaron a su favor. 

Propuestas transformativas

Pienso que como comunidades puertorriqueñas tenemos el potencial de transformar las palabras y los términos si así lo queremos. Ya en nuestra isla hay muchas personas que, como yo, se asumen libremente en su patería. Por ende, es importante reconsiderar el espacio que le estamos dando a las palabras “pato/pate/pata”, “ponka”, “loca”, “bucha” y muchas otras similares. 

No estamos pidiendo que todes se asuman como patos, maricones y buchas si no lo desean, sino que se está pidiendo que se reconozcan a aquellas personas que sí desean asumirse como tal. Con cada año que pasa, nuestra comunidad crece más y con ello también su diversidad. Fingir que estas identidades no existen y echarlas a un lado en el mes de Orgullo (PRIDE), invisibilizarlo en la academia y censurarlo en los foros públicos no nos sirve de nada. 

Al contrario, si añadimos palabras como “pato” como parte de las identidades puertorriqueñas, tendríamos un término bien nuestro y personal, parecido al eurocentrista “cuir”. Seríamos un país pionero en descentralizar el uso de identidades eurocentristas como las únicas legítimas. De hecho, nuestras identidades puertorriqueñas pudiesen ser complementarias (o viceversa) a las que nos vienen desde los Estados Unidos. 

Si soñamos con la autodeterminación de Puerto Rico y de nuestras identidades, debemos también comenzar por algo tan importante como la diversidad sexual y de género. Por esa razón, es que en este mes de orgullo, más allá de asumirme no-binarie y trans, me asumo como pata, loca y maricona. Esto lo hago como un acto de resistencia, autodeterminación y autoamor. 

Cuac.

Lee aquí otras columnas de Ínaru Nadia de la Fuente Díaz

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