“Héctor O’Neill es buen alcalde”. Así despachaban algunas personas las serias acusaciones por violación y abuso de poder que enfrentó el ahora exalcalde Guaynabo. Hacían mención de su obra de varios años en este municipio metropolitano para defenderlo y pedir encarecidamente que no continuaran haciendo referencia a las agresiones que este cometió contra una oficial de la policía municipal de Guaynabo. Así como acosaba a las mujeres que supervisaba en su ayuntamiento, su embriaguez de poder lo llevó a impulsar proyectos ambiciosos que hoy tienen a Guaynabo en una crisis fiscal que ha llevado a la actual administración municipal a cancelar proyectos por falta de fondos. Esa actitud de “macho” y “cacique” bajo un manto de impunidad llevó a O’Neill a operar como le diera la gana durante más de dos décadas de mandato.
“Pero él es buen profesor, los estudiantes lo quieren mucho”. A esa apología para obstaculizar cualquier intento de denuncia de acoso sexual en la Universidad de Puerto Rico se une el planteamiento de que “eso siempre ha ocurrido” y “también sucede en otras universidades”.
En el contexto de las relaciones de poder desiguales que surgen en los casos de acoso sexual de profesores hacia estudiantes, el agresor puede ser un docente mediocre, como también un académico prolífico con publicaciones, trayectoria y reconocimiento de sus pares. Asimismo, estos acercamientos indebidos pueden surgir de parte de educadores universitarios que implementan estrategias amenas en el proceso de enseñanza y poseen cualidades carismáticas que se manifiestan en la comunicación dentro del aula.
Sea cual sea el estilo y nivel de producción académica del docente, el abuso de poder por medio del acoso sexual hacia estudiantes nunca debe ser aceptado. No importa si en instituciones y departamentos académicos sea el uso y costumbre, no está bien. Incluso, debe cuestionarse el argumento apologista de que “él es buen profesor”. Que un docente y algunos de sus colegas cataloguen como normal esas acciones e insistan en utilizar su posición para hacer acercamientos indebidos a estudiantes, debe ser razón suficiente para cuestionar cuán participativas y solidarias son sus estrategias didácticas en y fuera del aula.
Las cualidades carismáticas de un profesor no necesariamente eliminarán sus actitudes autoritarias dentro del salón de clases, ni la perpetuación de un modelo de educación bancaria, como explicaba el educador brasileño Paulo Freire. Así como O’Neill en Guaynabo deslumbraba con su discurso populista y obra que impresionaba ante los ojos de muchas personas, el profesor acosador, igualmente, puede asombrar con su dominio de temas, su elocuencia al expresarse, y en ocasiones, su presencia solidaria en movilizaciones políticas lideradas por estudiantes que defienden a su universidad y otras causas sociales.
Las recientes denuncias de acosos sexual realizadas por estudiantes en la Universidad de Puerto Rico en Humacao (UPRH) hacia la cultura de impunidad que por tanto tiempo ha imperado en esa institución no ha estado exenta de reacciones de personas que intentan minimizar la gravedad del asunto.
Lee aquí: Denuncian cultura de impunidad en la UPR de Humacao ante violencia sexual
En semanas recientes, las estudiantes que lideran los reclamos en contra de estos abusos de poder han recibido reacciones que van desde las personas que cuestionan sus planteamientos, hasta quienes ripostan sus denuncias al alegar que eso siempre ha ocurrido en esa universidad. En otras instancias, algunos profesores que se han sentido aludidos se han acercado en tono desafiante hacia estas estudiantes valientes por, supuestamente, emprender una cacería de brujas contra ellos y por hablarle a medios de prensa, como es el caso de Todas.
Tampoco han faltado los planteamientos de quienes justifican la inacción histórica e impunidad administrativa haciendo mención de que quienes hacen las denuncias no conocen el proceso administrativo, ni la diferencia entre una queja y una querella, según lo estipula el marco legal. Mientras estas trabas ocurren, los mismos profesores de siempre siguen abusando de su poder y la universidad continúa celebrando que sus cifras no arrojan casos de acoso u hostigamiento sexual dentro de los predios de la institución.
Lee aquí: Firme el reclamo estudiantil en la UPR de Humacao contra el acoso sexual y la impunidad
Además de periodista, soy profesor universitario. Durante nueve semestres, impartí cursos en el Departamento de Ciencias Sociales de la UPRH. Ejerzo un periodismo feminista y con perspectiva de género. Como ciudadano, repudio estas prácticas y exijo un cese a la impunidad.
Mi acercamiento solidario en la academia, y como integrante de un medio de prensa feminista, me lleva a denunciar las siguientes prácticas que, según son narradas e ilustradas por las estudiantes, constituyen un abuso de poder, tanto en la UPRH, como en cualquier otra institución académica:
- Hacer acercamientos que incluyen tocar, agredir y manipular estudiantes por profesores en sus oficinas.
- Comunicarse con las estudiantes en privado por redes sociales cibernéticas para opinar sobre lo elegantes que se veían equis día en el salón de clases.
- Invitarlas a citas durante el semestre en el cual existe la relación desigual entre profesor y estudiante.
- Utilizar el contexto y distancia de viajes educativos fuera de Puerto Rico para aprovecharse y presionar a estudiantes a que se vayan a la recámara u otros espacios con el profesor o los profesores coordinadores del evento (Esta es una de las historias más recurrentes que denuncian las estudiantes, luego de regresar de estos viajes que se dan principalmente a Europa.)
- Mirar lujuriosamente a estudiantes en los pasillos y áreas comunes para luego acusarlas de “changas” o “acomplejás” cuando ellas reacciona con malestar ante ese tipo de acoso.
- Burlarse públicamente de las estudiantes que movilizan a sus pares en temas de feminismo, perspectiva de género y los derechos de las comunidades LGBTTIQ+.
- Acosar a las estudiantes que públicamente denuncian el acoso sexual hacia ellas o sus compañeras de estudio.
- Utilizar el espacio del salón de clases para tildar de exageradas a quienes denuncian el acoso sexual de profesores u otros empleados de la universidad.
- Publicar cartas circulares institucionales de censura en respuesta a las denuncias y la exhibición de carteles que exigen acción ante los casos de acoso sexual.
- Aferrarse al hecho de que tiene plaza para creerse impune y con libertad de continuar con su abuso de poder como profesor.
Estoy convencido de que hay otras instancias en las cuales se manifiesta el abuso de poder de aquellos docentes que acosan sexualmente a las estudiantes. Sin embargo, me limito a aquellas situaciones que conozco por medio de la información que me presentan las estudiantes, la investigación periodística y la propia exposición personal que tuve por cinco años y medio en la UPR de Humacao.
A las estudiantes de la UPRH, las exhorto a continuar con sus denuncias. Reconozco que no es fácil. Lamentablemente, nuestro sistema opera para poner trabas a las víctimas de violencia de género. Admiro su lucha por visibilizar este problema y no estar dispuestas a aceptar lo que otras personas catalogan como “lo normal en la universidad”. Quien abusa de su poder no es tan buen profesor na’.