En el canal Telemundo se presentó, el pasado 2 de mayo, un reportaje en el que ilustraron las dificultades que están enfrentando muchas madres solteras por las reglas de los negocios en el contexto de la pandemia.
Se reportó que hay 155, 335 padres solteros y madres solteras, en Puerto Rico, y que un 80% son mujeres. Según la demógrafa Judith Rodríguez Figueroa, “uno de cada tres hogares de familia es dirigido por una jefa mujer sin un cónyuge presente”.
A nivel mundial, la pandemia del COVID-19 está afectando desproporcionadamente y de maneras nefastas a las madres, pero, sobre todo, a las madres solteras, como se ha reseñado en noticias internacionales y locales.
Tenemos que hacer lo mismo de siempre. Tenemos que mantener el hogar (cocinar, fregar, lavar ropa, limpiar, organizar) y cuidar a les niñes. Y, además, ahora muchas tenemos que aprender a trabajar a distancia y tenemos que hacerlo todo mientras tenemos a nuestras crías en casa (y somos afortunadas las que no perdimos el trabajo, entre otras cosas, por no tener quien nos cuide les niñes para poder ir a trabajar).
Tenemos que manejar nuestra salud emocional y tenemos que mantener la salud emocional de nuestras crías. Además, tenemos que hacer todas las diligencias necesarias y esenciales de la vida, como comprar comida.
En una pandemia de la magnitud actual, una pensaría que una de las obligaciones principales del gobierno sería proteger a las crías. El permitir políticas de negocios que prohíben la entrada de madres o padres con menores, cuando esos progenitores no tienen otras opciones, aumenta los riesgos de salud de esos menores y, de hecho, de toda la población de Puerto Rico.
Para efectos de las madres solteras y padres solteros, tiendas esenciales continúan con la regla de permitir la entrada de “solamente una persona” o, en algunos casos, de prohibir explícitamente la entrada de menores, como es el caso de Costco.
En mi experiencia, el supermercado Famcoop, en Rincón, me negó la entrada para comprar comida con mi hija, de 3 años, a pesar de que ambas teníamos mascarillas. Al preguntarle al empleado que cómo podía comprar comida si no tenía quien me cuidara a mi hija sin romper la distancia social, él, simplemente, subió los hombros. Ni se dignó a contestar.
La compañía de celulares Claro de Mayagüez también me negó la entrada para arreglar mi celular, un servicio esencial que necesito en caso de emergencia, sobre todo, porque soy madre soltera y sin familia cerca que pueda cuidar a mi hija. La gerente, quien salió a hablar conmigo, dijo también es madre soltera, pero que “solamente puede entrar una persona, por salud”. Le pregunté, repetidamente, que cuál era la justificación de la compañía para esa regla. ¿Cómo exactamente se supone que esa regla protege la salud? Solamente decía, una y otra vez,: “Tenemos esa regla estricta, por salud”. Ella trató de llamar a su jefe, quien simplemente me echó una mirada y negó con la cabeza. No vino a hablar conmigo.
De igual forma, me consta que las tiendas Costco y Sam’s niegan el paso a madres y a padres con sus crías. Y me consta que los mismos establecimientos que establecen que solamente puede entrar una persona “por salud”, y les niegan la entrada a madres con menores, en ocasiones, están permitiendo la entrada de personas acompañadas de envejecientes.
A través de la isla, las tiendas no tienen reglas consistentes. En un Walgreens de Mayagüez, donde me dejaron entrar con mi hija, tuve que enfrentar no solamente mal trato hacia mi hija, sino que también juicios morales inapropiados de un empleado.
El empleado roció los ojos de mi hija con hand sanitizer. La niña se echó a llorar desconsoladamente por ese alcohol. Cuando me preguntaron si quería reportar al empleado, contesté que no, que cualquiera se equivoca, que se resuelve al usar gel en vez de spray. Y el mismo empleado que acababa de rociar los ojos de mi hija de 3 años con alcohol, tuvo la osadía de decirme que “los niños deben quedarse en la casa”. Claro, entonces, reporté al trabajador.
Las políticas de no dejar entrar a madres solteras o padres solteros con niñes no tienen ninguna justificación de salud y son éticamente incorrectas.
Primero, si no dejan entrar a las madres a comprar comida, entonces, están negando la comida a les niñes de Puerto Rico. A través del mundo, esta pandemia ya ha causado una crisis alimentaria, y, en Puerto Rico, hemos tenido la crisis de los comedores escolares.
Segundo, como reportó Telemundo, hay madres viéndose obligadas a dejar a sus niñes en el carro para poder comprar comida para alimentarlos. Esa situación es un peligro para les niñes, y es un estrés increíble para las madres que se ven forzadas a hacerlo. Tercero, si la idea es que dejen a las crías con la familia (las que tienen familia cerca, que no es mi caso), entonces, están arriesgando la salud de las personas mayores como abuelos y abuelas.
Por último, si pretenden que dejen a las crías con amistades, entonces, están obligando a las personas a arriesgar su salud al romper el distanciamiento social para ir a comprarle comida a sus niñes. Y, para colmo, una madre soltera tal vez no tiene quien cuide de sus niñes si se enferma. Por lo tanto, la regla de los negocios esenciales de no dejar entrar a padres y madres con sus crías es éticamente impermisible y, de hecho, aumenta los riesgos a la seguridad y a la salud de la población.
La falta de información del público y la falta de solidaridad con las madres solteras es triste. En una pandemia, por supuesto, lo primero que hay que asumir es que, cuando se ve a una madre con una cría en una diligencia, es porque no tenía más remedio que llevársela. Es sorprendente que las personas actúen como si las madres llevásemos a las crías a hacer diligencias en una pandemia porque queremos hacerlo.
El rol de la comunidad y del gobierno debería ser ayudar a les niñes de Puerto Rico. Y se logra ayudando a las personas que están cuidando y alimentando a las futuras generaciones. No deberían estar aumentando el trabajo, el estrés y las preocupaciones de las madres de este país (todas esas cosas aumentan los riesgos a la salud de las personas que están cuidando a les niñes).
Los negocios esenciales que, actualmente, no dejan entrar madres y padres con menores deben, primero, disculparse públicamente con las madres y padres. Segundo, deben cambiar las políticas que ponen en peligro la salud y la seguridad de la población, ya sea eliminando las restricciones o haciendo un horario especial para que los padres solteros y las madres solteras puedan ir a comprar sus necesidades básicas con sus crías. La solución del horario especial, que ya se ha hecho para personas mayores, se sugirió en el reportaje del 2 de mayo, y los negocios no han cambiado sus políticas nefastas.
* Sara Gavrell Ortiz es profesora de filosofía de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Mayagüez.