Escribo con lágrimas en los ojos, después de ver que la niña, de 13 años y con autismo severo que fue violada y embarazada por su padrastro, tuvo que dar a luz. Se concreta en mí la absoluta urgencia de pensarnos desde la intergeneracionalidad, y se alimenta la indignación que nutre mis acciones. Y espero que las tuyas también.
Porque resulta que somos una sociedad (y planeta) que, bajo la velocidad, vanidad, y olvido del capitalismo, y la corrupción política, no nos garantizamos calidad ni vida, ni nos pensamos a largo plazo. Y en el proceso, matamos el hogar de miles de otras especies animales. Tétrico.
Las imágenes de una persona mayor, en edad de retiro digno, teniendo que trabajar largos turnos; la negligencia, muertes y asesinatos de menores de edad; y aquella de personas jóvenes que con dolor en el alma tienen que irse de Puerto Rico son escenarios que tristemente forman parte de nuestra cotidianidad.
Por esto, y muchas otras duras realidades generacionales, mi llamado es que hagas de la intergeneracionalidad un valor de vida. La intergeneracionalidad de un asunto surge cuando se toman dos o más generaciones, sus visiones y paradigmas, y se trata de llegar a una conclusión que les considere a todas.
Como todo, es mucho más fácil decirlo que ponerlo en práctica. Pero no por eso debemos de dejar de intentarlo. Porque un valor de vida sirve de filtro a la hora de tomar decisiones; desde las personales, hasta las de política pública y bienestar colectivo.
Por eso, no solo nos podemos exigir desde la individualidad y comunidad, sino también a nuestrxs líderes políticos. ¡Nuestra política pública debe reflejar nuestra realidad y construirse sobre datos, evidencias y saberes generacionales!
Por quienes ya hicieron y quienes vienen
María Reinat Pumarejo, lideresa y cofundadora de Colectivo Ilé, una organización con 40 años de lucha antirracista, dijo: “Cuando entendemos que cada generación ha trabajado el suelo que pisamos para hacerlo fértil, entonces nos podemos mover”. Leerle me hizo reflexionar cómo la capacidad de ver la vida desde la intergeneracionalidad es también una muestra de madurez.
Madurez de vida, pero también madurez política que “permite hablar con otra gente y sostener la dignidad de todo el mundo”, como bien dijo ella.
El perfecto ejemplo de nuestra peligrosa incapacidad de construirnos desde el trabajo y los saberes de cada generación, está en lo difícil que ha sido que gobiernos aprecien la calamidad de la crisis climática y tomen acciones ya. Literalmente, estamos dejando a la Generación Z (personas nacidas después del 1997), y las que vienen, sin planeta.
Y no por esto la juventud está de manos cruzadas.
A finales de junio, participé del Festival de Ideas del Instituto de Aspen, en Colorado, y mi experiencia favorita fue asistir a una conversación entre jóvenes en la que escuché a dos líderes de la organización Gen Z for Change, una sin fines de lucro que “aprovecha las redes sociales para promover el discurso civil y la acción política” en jóvenes de esa generación.
Y, déjenme decirles algo, de que hay futuro, hay futuro. Y creatividad para repartir.
Por ejemplo, esta coalición de creadores de contenido comenzaron a colaborar cuando se unieron en una campaña para apoyar la candidatura de Joe Biden. Lo hicieron inundando la aplicación TikTok con información sobre las elecciones y las atrocidades del contrincante Donald Trump.
Ahora, este grupo de más de 500 creadores, que juntes alcanzan a más de 540 millones de seguidores, enfoca sus esfuerzos para combatir la desinformación sobre las vacunas y la lucha por el acceso al aborto libre y seguro. Y aquí, en Puerto Rico, tenemos grupos organizados y que están trabajando, como Mentes Puertorriqueñas en Acción y Sembrando Sentido.
La emigración de personas jóvenes es precisamente uno de los factores por los cuales Puerto Rico, comparado con otros países, envejece rápidamente. La juventud merece una oportunidad de desarrollo y vida, al igual que muchxs de las generaciones mayores, que dieron todo lo que pudieron dar, y merecen pasar el batón y descansar.
Especialmente, necesitamos una mirada informada e intergeneracional a nuestro estatus político, una evaluación a la vida que tienen y tendrán las generaciones bajo estas realidades políticas. Y que el camino que elijamos nos lleve a retiros dignos, acceso a educación de calidad, a servicios médicos, al igual que a satisfacción de nuestras pasiones y ambiciones culturales.
Nadie debe escapar a su responsabilidad generacional, que, aunque diferente y apalabrada distinta para todes, siempre está. Yo creo y confío en un Puerto Rico justo que brinde acceso a calidad de vida a quienes lo habitan.
Yo, aunque armada de una esperanza realista radical, he hecho la paz con la realidad de que los más bellos frutos de lo bueno que hagamos, no será nuestra cosecha. Será la de generaciones futuras. Y eso está bien. Eso me da satisfacción.
Porque quien camina hoy merece plenitud, quien caminó ayer honra, y quien caminará mañana futuro.