(Fotos de Ana María Abruña Reyes)
Las fundadoras del Colectivo Moriviví cursaban sus últimos años en la Escuela Central de Artes Visuales cuando se acercaron al coordinador de Santurce es Ley, Alexis Bousquet, para preguntarle si podían hacer un mural en el evento que reúne a artistas urbanos en las calles de este sector capitalino.
Al principio, el grupo estaba compuesto por varios estudiantes, pero, a medida que se concretizaban los detalles para pintar su primera pared, integrantes fueron abandonando la idea. Cuando realizaron su primera muestra urbana, solo permanecían ocho jóvenes mujeres en el colectivo, y no imaginaban que se convertirían en promotoras del arte público mediante la organización comunitaria.
“Realizando murales, nos dimos cuenta de lo que realmente queríamos hacer y, a través de los años, nos fuimos especializando en el arte comunitario integrando a la comunidad desde la conceptualización o teniendo en cuenta de que el mural es para elles”, afirmó Raysa Raquel Rodríguez García, una de las jóvenes que fundó el Colectivo Moriviví en 2013.
El nombre de la organización surgió mediante un juego de “Veo Veo”, mientras pintaban su primer mural, que se localizaba en un espacio donde abundaban los morivivíes. Les habían sugerido que se identificaran de alguna manera porque estaban obteniendo buenos resultados en sus proyectos, pero ninguno de los nombres que proponían les gustaba. Cuando una de las integrantes del colectivo gritó el nombre de la planta, al resto le pareció perfecto.
“Con el pasar de los años, hemos reafirmado ese nombre en el contenido de nuestro trabajo que hay mucha figura humana o la dualidad de vida y muerte, y también descubrimos que los taínos tienen un mito sobre el moriviví y, realmente, es una mujer encarnada en una planta”, sostuvo Sharon González Colón en entrevista con Todas.
El colectivo, que no buscó ser integrado exclusivamente por mujeres, está compuesto, actualmente, por tres jóvenes que tienen como objetivo democratizar el arte y construir espacios en los que las comunidades puertorriqueñas, en especial las marginadas, sean validadas.
Reafirman su compromiso con la comunidad
En 2015, el colectivo se unió, por primera vez, a una organización social para pintar un mural ligado a una problemática: la violencia machista contra las mujeres.
Junto a la entidad Coordinadora Paz para las Mujeres, pintaron un mural, en la avenida Manuel Fernández Juncos, en Santurce, en el que se veía dos mujeres negras desnudas con sus rostros tapados y con mariposas monarcas posadas sobre sus cuerpos. La obra, que pretendía concienciar sobre la erradicación de la violencia contra las mujeres, fue vandalizada, pues mancharon el mural con pintura blanca en forma de ropa interior.
Esta pieza de arte trajo consigo, además de una discusión pública sobre el control y racialización que se ejerce sobre el cuerpo femenino, fuertes críticas por parte de los sectores más conservadores del país. No obstante, para el colectivo de artistas este mural sirvió de lanza para reafirmar su compromiso con las comunidades.
“Fue un momento bien especial para nosotras porque ahí hicimos click. Nos reafirmamos como feministas y aprendimos a tener tacto con la comunidad; ese (conocimiento) es algo que no nos enseñan en ningún lugar. Cada comunidad es bien particular y una tiene que estar dispuesta a trabajar con ella”, puntualizó González Colón, quien cursó sus estudios subgraduados en la Escuela de Artes Plásticas y Diseño de Puerto Rico.
Desde entonces, el colectivo se ha dedicado al trabajo comunitario en alianzas a organizaciones como Boys & Girls Clubs de Puerto Rico, Niños de Nueva de Esperanza, Save the Children, entre otras. De igual forma, ha pintado murales en escuelas y comunidades mediante iniciativas de líderes de estos espacios.
“Ese proceso de hacer el trabajo accesible a la comunidad ha sido bien autodidacta para nosotras: cómo facilitar talleres para que la comunidad pueda conceptualizar el arte. Además, (disfrutamos de) ayudar a las personas a que se den cuenta de que el arte no debería estar ausentes en sus vidas”, puntualizó González Colón.
Democratizan el arte
Desde la idea del mural hasta la estampa de la pintura en la pared son algunos elementos que conforman el trabajo colaborativo entre comunidades que pretende incentivar el Colectivo Moriviví. Las personas voluntarias que participan de los proyectos contribuyen en los conceptos que se incluirán en la pieza, en la producción del boceto, en la preparación de la pared y en la mezcla de los colores, pues tratan de estimular igualdad de acceso al arte.
“Lo más que nos gusta de hacer murales es el proceso porque la gente se nos acerca, nos cuestiona qué es lo que estamos haciendo, por qué lo hacemos y cómo lo hacemos, y esa conversación que podemos intercambiar con el público es buena porque logramos hablarles sobre el arte y, de alguna manera, decirles por qué la imagen que estamos representando es importante para nosotras”, apuntó Rodríguez García.
Cada uno de los murales pintados por las jóvenes es distinto. No obstante, siempre incluyen a mujeres afrocaribeñas, junto a otros aspectos que han sido olvidados, para propiciar una conversación sobre asuntos de la historia puertorriqueña que se han invisibilizado. Para las integrantes del colectivo, es imperativo que las personas se vean representadas en sus piezas.
“Desde un inicio, nos dimos cuenta de lo importante que era no tan solo hacer un mural y aprovechar el espacio público, sino que ese mural reflejara la comunidad que vive cercana a esa pared. Siempre hemos tratado de evitar invadir estos espacios. A nosotras, no nos gusta llegar a un espacio, hacer una marca y que diga Moriviví”, apuntó Rodríguez García.
Por su parte, precisó que, al llegar a un lugar, investigan el contexto social del espacio, se acercan a las personas para conocerlas y las invitan a participar del proceso para que “sus voces e identidades se vean reflejadas en la pared”, pues les interesa que “las comunidades, especialmente las marginadas, puedan tener voz a través del arte”.
En la mayoría de las ocasiones, las personas más jóvenes son quienes se acercan para participar como voluntarias de los proyectos artísticos. Las integrantes del colectivo disfrutan de la conversación con niñas, niños y adolescentes que las ven como un modelo a seguir por ser mujeres y porque pertenecen a la misma generación.
“Les damos las herramientas para que ellos hagan trabajo en equipo y cosas que ellos puedan aplicar en su vida a medida que van creciendo y sean adultes porque vivimos en una sociedad bien individualista…Tenemos un sistema de educación en el que las metas son individuales y no hay ningún enfoque colectivo. Que estes niñes y jóvenes participen de este tipo de proyectos es despertarles esa curiosidad o esa idea que quizás está ahí, pero está apagada”, subrayó Rodríguez García, codirectora del colectivo.
El compromiso del grupo ha ampliado sus objetivos al representar al archipiélago en países como China y Australia. De igual forma, ha realizado proyectos con la diáspora puertorriqueña en Estados Unidos.
“Nosotras, que vivimos, en Puerto Rico, y vamos a (Estados Unidos), representamos para la diáspora el abrazarse con su propia comunidad… Ellos lo ven como una manera de estar más cerca de su hogar, que es Puerto Rico”, destacó González Colón.
Pintan nuevos espacios comunitarios tras la pandemia
Las medidas de seguridad e higiene tomadas para evitar la transmisión de la COVID-19 provocaron que las muralistas cancelaran proyectos pautados con anterioridad. Sin embargo, casi tres meses después del inicio del estado de emergencia, el Colectivo Moriviví comenzó a pintar una nueva pieza artística.
En alianza con el Instituto de Subcultura, liderado por Bousquet, y la organización Médicos Sin Fronteras, están pintando un mural en la avenida Juan Ponce de León, esquina calle Reverendo Luis Orengo, dedicado a la prevención del virus SARS-CoV-2.
En el mural, se observa a una niña afrocaribeña lavándose las manos, a una profesional de la salud que está usando una bolsa de basura por la falta de equipo de protección y un abrazo entre dos mujeres. La agrupación pretende incentivar a que las personas se cuiden, propiciando de esta forma la solidaridad, y recordar que el distanciamiento no es social, sino físico.
A pesar de que aseguraron que no pueden referirse a esta pieza como una comunitaria, pues las medidas de higiene no les permiten trabajar con muchas personas, han creado otras redes de apoyo mediante las plataformas digitales al realizar talleres de arteterapia y otros conceptos relacionados con el trabajo que plasman en los murales con el fin de que las personas se relajen.
“(Los talleres) han sido un ejercicio de paciencia, de estar abiertes al cambio y de ver cómo, desde nuestras casas y la cotidianidad, podemos aportar algo”, destacó Salomé Cortés Robles, quien se unió al colectivo hace dos años.
El grupo de jóvenes considera que el arte, sin importar desde qué espacio ocurra, sirve para recordar todo lo que se puede crear cuando se trabaja en conjunto.