(Foto de archivo de Ana María Abruña Reyes)
“Cada día que pasa te extraño más. Ivonne Negrón Cintrón,
no hay nada que apague este dolor tan grande.
Siento cada vez más que este dolor se hace más fuerte.
Hay gente que dice: ‘Es cuestión de tiempo’… pues el mío no llega.
Creo que solo la muerte me podrá quitar tanto dolor, ya que por más
que trato, no lo logro. Solo me consuela saber que estás mejor que yo,
porque ya no sufres ni padeces y sé que, desde el cielo, nos estás cuidado.
Descansa en paz, mi querida y amada Ivonne Negrón Cintrón”.
Lula Cintrón
15 de noviembre de 2019
Las palabras del epígrafe expresan el sufrimiento de una madre ante la pérdida de una hija. A ella, el tiempo no le ha traído consuelo, su dolor es continuo. Solo puede doler tanto lo que mucho se ha amado; y cuando se trata de una muerte violenta, duele más. Y duele aún más cuando, en busca de la justicia, los procesos añaden la revictimización.
Muchas víctimas de crímenes violentos y sus familiares, además del dolor, cargan con la incomprensión, insensibilidad y hostilidad de un sistema de justicia que se queda corto al momento de ejecutar la promesa de justicia que ofrece. Años de experiencia acompañando a víctimas de violencia, particularmente niños, niñas y mujeres, me mueven a levantar mi voz ante la propuesta del Proyecto del Senado 1590.
Me estremece el inmenso dolor de las familias y la grave amenaza que se avecina para las víctimas ante una legislación propuesta que promete nuevos juicios. Así mismo: ¡nuevos juicios! para criminales convictos de delitos cuyos veredictos por jurado no fueron unánimes.
Al repasar múltiples casos de violación, violencia doméstica, agresión sexual, feminicidios, me detengo en el final atroz de una vida. Fue, después de una intensa búsqueda de varios días, el 19 de noviembre del 2013, que el cuerpo de Ivonne Negrón Cintrón, de 36 años de edad, madre de un adolescente y de una niña, amada hija y hermana, apareció en pedazos, en bolsas plásticas, cerca de una quebrada en la parte posterior de la casa de Juan Ramos Álamo. Ivonne había sido mortalmente agredida en múltiples ocasiones y destrozada en pedazos con un cuchillo -el “más grande y amola’o” que, según su propia confesión, Ramos Álamo habría buscado en la cocina.
Su familia, tan unida, no pudo verla ni despedirse como hubiesen deseado. No fue hasta el 9 de febrero del 2014 que pudieron hacer el velatorio. Tuvieron que esperar casi tres meses por los procesos de Medicina Forense para los rituales funerarios y de entierro. Mientras tanto, en casa de Lula y del papá de Ivonne no paraban las llamadas y las visitas para dar el pésame, para acompañar y abrazar, para expresar consternación por tanta violencia y tanto dolor.
El juicio, celebrado en el 2014, duró alrededor de cinco meses. Para la familia de Ivonne y para las personas que le acompañamos en ese proceso, fue una experiencia de frustración, incomodidad, tristeza, tensiones, coraje y grandes decepciones. El desfile de pruebas y testigos fue angustioso. Sumó nuevas heridas a las viejas, que no había manera de sanar. No hay palabras para describir cuánto más daño pueden hacer estos procesos de “justicia” en los tribunales. Hubo que tolerar en sala expresiones sexistas, discriminatorias, prejuiciadas, humillantes y ofensivas hacia las mujeres, ataques a la verdad y a la dignidad de la víctima, lo que lo hizo doblemente doloroso para la familia. Vimos cómo las injusticias durante el juicio volvían a matar a Ivonne.
El golpe que acabó de destrozar el corazón de la familia fue el desenlace del veredicto del jurado que, en dos horas y media, resolvió en votación de 9 a 3 que el acusado era culpable de asesinato en segundo grado y no en primer grado como fue la acusación original. El mismo jurado, encontró culpable a Ramos Álamo, en votación unánime, de cargos de destrucción de evidencia y de infracciones a la Ley de Armas.
El asesino de Ivonne cumple sentencia de 84 años y tres meses en la cárcel. Pero, gracias a una legislación producto de un inusual consenso multipartita que cuenta con el apoyo de abogados de defensa, este asesino ya convicto, podría recibir la oportunidad de un nuevo juicio porque una de sus convicciones –la de asesinato en segundo grado- no fue unánime. Esta legislación ni fue a vistas públicas ni fue consultada con víctimas de crímenes. La Legislatura quiere, por ley, hacer retroactiva una determinación de los Tribunales Supremos de los Estados Unidos y de Puerto Rico, que ya –en lo sucesivo- le hará sumamente difícil el camino de la justicia a las víctimas de crímenes.
Así como es un error asumir que todas las personas encarceladas son culpables, es un peligroso error asumir que todas las personas convictas en juicios por jurados sin unanimidad son inocentes. Esas personas fueron procesadas y juzgadas bajo las leyes y procedimientos vigentes. Estamos conscientes de que diferentes prejuicios pueden operar en contra de los acusados, por eso, es tan importante velar por que cada caso siga los debidos procesos de ley. Pero, la experiencia y las investigaciones demuestran que en crímenes de violencia de género son las víctimas las que típicamente llevan la peor parte porque tienen que lidiar con estereotipos y prejuicios de género en todas las etapas de los procesos de justicia.
La mayoría de los agresores en casos de violencia de género no están injustamente en las cárceles porque ni siquiera llegan a los tribunales. Sabido es que la mayoría de las víctimas no suele reportar los crímenes, precisamente, por causas relacionadas con el discrimen por razón de género. Para preocupación nuestra, la mayoría de los agresores en casos de violencia de género están injustamente en la calle; no, en la cárcel.
Así las cosas, la legislación que se ha propuesto representa un retroceso frente a los pasos que, con tantas dificultades, se han dado en las últimas décadas para reconocer los derechos de las víctimas y testigos de crímenes en general, y de crímenes de violencia de género, en particular. La legislación propuesta les hace violencia a víctimas y familiares. Nuevos juicios con pocas o ninguna posibilidad de lograr unanimidad en los jurados coloca en situación de desventaja abismal a las víctimas frente a sus agresores que ya les han causado, en no pocas ocasiones, daños irreparables.
La legislación que quieren aprobar tendrá un efecto devastador en muchas víctimas y en sus familias. Aumentarán sus temores, su sentido de inseguridad, su desconfianza en el sistema de justicia, su sentido de desamparo.
Estamos frente a una nueva y poderosa agresión del sistema en contra de las mujeres. ¿Cuántas veces más van matar a Ivonne? ¿Cuántas veces podrá revivir otro juicio la familia de Ivonne? Esta nueva violencia no la merecen Ivonne ni su madre ni su familia ni nadie. Nuevos juicios para violadores, maltratantes y asesinos de mujeres es más intimidación y violencia, es sentenciar a las víctimas, a sabiendas, a un abismo de dolor. ¿Cuántas víctimas más desistirán de buscar justicia?
El mensaje que aparece a continuación fue escrito, el año pasado, por una de las hermanas de Ivonne, al acercarse la conmemoración de la fecha del crimen. Así también se vive el duelo por la muerte violenta. No puedo imaginar cuánto más daño pueden hacer con esta legislación, metiéndose donde ya hay “un dolor profundo”, metiéndose donde no deben.
“Este año se repite el ciclo, por eso se está haciendo tan difícil. Y hay gente que no lo entiende, hasta que no pase este día (martes 19) yo no voy a estar bien». Algo así me dijo mi madre, el martes, de camino a la librería. Unos días antes, mi hermano me escribió: ‘Un día como hoy nos juntamos para buscar a nuestra hermana, y aunque no la encontramos ese día, pudimos hablar reflexionar y perdonar, creo que ese día Dios nos preparó para lo que habríamos de pasar y aunque sé que nunca lo vamos a superar, sé qué vamos a poder ayudar a que otras personas no pasen por lo mismo. Gracias, hermana mayor, te amo como si te hubiera parido. Te amo te amo y te amo’.
Otra vez el 15 de noviembre toca viernes, ese mismo viernes que Ivonne alegadamente desaparece. El sábado en la mañana, ya teníamos el operativo montado, confiando que daríamos con ella. Así transcurrió todo el fin de semana hasta que en la madrugada del martes su hijo encontró lo que quedó de su cuerpo.
A Ivonne la honramos todos los días. Nos hemos inventando tantas formas de honrarla, que ya perdí la cuenta. En casa se prenden velas, se ponen azucenas, vamos al cementerio y luego nos bebemos un café negro y con poquita azúcar, nos reímos, bailamos si la tristeza nos deja, protegemos a su nieto como si lo hubiéramos parido todos, cocinamos, bebemos, gritamos, lloramos… Y nuestrxs amigxs no se quedan atrás. Siempre hay un espacio en nuestras vidas y en la vida de lxs que están cerca de nuestro corazón para honrarla.
Gracias a todxs por seguir honrando la vida de Ivonne. Gracias por preguntar cómo estamos, por mantenernos presentes en sus mentes y en sus corazones y por la solidaridad continua.
Sigamos siendo generosxs con lxs dolientes o con quienes han tenido una pérdida por muertes violentas. Manejar una pérdida de un ser querido es muy complejo. Cada unx va al ritmo que puede y lo maneja de la forma que su ser se lo permite. No le dé recetas mágicas, es más, las palabras sobran. A veces una mirada, un apretón de manos o un buen abrazo es suficiente. No juzgue, ni evalúe desde afuera la vida de quien está dolidx por la muerte violenta de su hijo o hija, ese es un dolor muy profundo, no se meta ahí”.
Leila Negrón Cintrón, hermana de Ivonne, hija de Lula (noviembre, 2019)
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