(Foto de Mari Blanca Robles)
La relación género y medioambiente es, por tradición milenaria, femenina. Se asocia a la tierra con la capacidad de generar vida, como la de una mujer de portar una vida en su vientre. Madre Tierra, Gaia y Pachamama son algunos de los sinónimos para llamar a la tierra y la naturaleza que en ella habita. En la mitología inca, Pachamama es la diosa de la fertilidad que preside sobre la siembra y cosecha, y representa la naturaleza.
Desde la antigua civilización hasta el presente, las mujeres hemos jugado un rol predominante en relación con el cuidado y aprovechamiento de los recursos naturales. Sin embargo, el cambio climático se presenta como un gran reto al género femenino, el grupo más vulnerable y afectado por este fenómeno.
La degradación del medioambiente suele tener una repercusión más directa en las mujeres. Según la Organización de las Naciones Unidas (ONU), entre los grupos más afectados por el cambio climático se encuentran las mujeres, pues a nivel global son las principales recolectoras de alimentos, ya sea por pesca o cultivo, lo que afecta no solo su sustento, sino su alimentación, y son usuarias y administradoras de agua.
Dicha vulnerabilidad se traduce en impactos que van desde lo económico a lo social. En el caso de las sequías, por ejemplo, las mujeres son las más afectadas, ya que deben caminar más tiempo para buscar agua. Esta carga desproporcionada se manifiesta en reducción en su calidad de vida, marginalización y menos escolaridad. La precipitación extrema, el aumento en el nivel del mar y los fenómenos climatológicos afectan más a las mujeres, muchas veces, dejándolas vulnerables y sin hogar.
A tres años del paso del huracán María, muchas mujeres luchan todavía por un techo seguro tras las secuelas del devastador fenómeno. En Puerto Rico, el 52.3% de la población total son mujeres, de acuerdo con datos del Censo. De esas, casi 300,000 son jefas de familia, y el 58.8% de esas mujeres que dirigen sus hogares a nivel económico, viven bajo los niveles de pobreza.
Municipios con probada vulnerabilidad al cambio climático como Loíza y Cataño reflejan una composición demográfica, donde predominan las mujeres jefas de familia con un ingreso mediano de $15,528 y $12,060, ambos bajo el nivel de pobreza con un ingreso familiar anual menor a $19,985, de acuerdo con la Encuesta de la Comunidad del Negociado del Censo 2015-2019.
El activismo y el cabildeo de las mujeres en las causas ambientales y en la creación de política pública que atienda las consecuencias del cambio climático es urgente. La participación de las mujeres en la discusión y toma de decisiones de asuntos ambientales e infraestructura tiene que ser prioridad. Solo así podremos asegurar mejor calidad de vida a todas las mujeres y niñas puertorriqueñas.