(Foto de Filip Mroz en Unsplash)
Cuando hablamos sobre la violencia hacia las mujeres, lo hacemos de una forma generalizada, sin entrar en los pequeños nichos en los que el acoso y la violencia se dan en la actualidad y de los cuales no se hablan. Espacios domésticos, espacios laborales, espacios de entretenimiento y espacios de práctica deportiva son lugares donde el acoso sexual existe y persisten y quedan en el anonimato y la mayoría de las veces en el olvido. Quedan impunes ante el sistema legal.
En el caso del deporte, la misma práctica que se supone sea el motor de una participación activa, es el talón de Aquiles que desestabiliza el entrenamiento. Lo desestabiliza por el constante acoso que nuestras deportistas sufren en las calles de nuestra isla cuando su deporte depende de un entrenamiento cardiovascular como es correr o ejercitarse al aire libre.
No hay duda que nuestra geografía y nuestro clima nos permiten un lugar de entrenamiento accesible durante todo el año para poder correr en las calles, características que hasta atraen universidades estadounidenses y canadienses que arriendan nuestras facilidades deportivas como centros de entrenamiento durante el verano.
La problemática del acoso sexual en los deportes es un tema que hasta el mismo Comité Olímpico Internacional reconoce y está dándole visibilidad en escenarios recientes, como fue el pasado 5 y 6 de octubre en el foro Olympism in Action, celebrado en Buenos Aires, donde se incluyó el tema de la mujer en el deporte en una sesión plenaria, pero no se dialogó sobre el abuso sexual, sino sobre los avances de la mujer dentro del área del deporte.
Sobre la prevención del acoso y abuso sexual, se discutió el Memorando de Entendimiento del Comité Olímpico Internacional de 2016 en el que se establecieron las cinco formas de acoso y hostigamiento: abuso sicológico, abuso sexual, hostigamiento sexual, negligencia y abuso físico. Estas cinco formas de acoso y abuso están conectadas unas con las otras, casi siempre coexisten y las mujeres no las padecen exclusivamente, pero sí son la mayoría. Entre los conferenciantes, llamó la atención la deponente y exnadadora Karen Leach de Irlanda, quien sufrió abuso sexual durante siete años de quien fuera su entrenador Derry O’ Rourke y cuyo caso salió a la luz pública luego que O’Rourke fuera acusado por otros nadadores y encontrado culpable.
En este pasado año, seis atletas de diferentes disciplinas deportivas fueron asesinadas en los Estados Unidos cuando salieron a correr como parte de su entrenamiento, lo que ha llamado la atención pública hacia el tema del acoso sexual a atletas de alto rendimiento. España también ha tenido una voz cantante a través de la Asociación Mujeres y Deporte Profesional en la que están trabajando de forma activa los problemas de acoso sexual, invisibilización de la mujer atleta y han organizado carreras a favor de tomar las calles para correr y crear mecenazgos que ayuden económicamente a las atletas españolas.
El tema del hostigamiento sexual en el deporte puertorriqueño ha sido estudiado por la Dra. Enid Rodríguez y la Dra. Diane L. Gill. Su trabajo Sexual Harrasment perceptions among Puerto Rican female former athletes (2011), en el que se recogen las experiencias de hostigamiento sexual de seis atletas con participación multideportiva e internacional. Todas ignoraron los acercamientos sexuales de forma callada para poder continuar su entrenamiento deportivo.
En el 2017, el excorredor olímpico Alexander Greaux fue acusado ante un jurado federal de enviar material pornográfico a través de su celular, transportar y tener relaciones sexuales con una atleta menor de edad entrenando bajo su tutela. La situación saltó en la prensa deportiva puertorriqueña como una situación de cuidado, en la que las notas periodísticas al respecto son escasas. Incluso en la búsqueda de información y datos sobre el desenlace del juicio para incorporarlo a una serie de conferencias sobre los avances y desafíos de las mujeres atletas puertorriqueñas, no apareció ninguna fuente periodística que reseñara el suceso, y es a través de un miembro del COPUR que pude conocer que Greaux había resultado culpable y encarcelado.
Estos pasados ejemplos dan una idea de la delicada situación que enfrentan muchas mujeres atletas que participan a nivel de competencias internacional. Pero lo cotidiano, lo cercano pasa desapercibido en su práctica y en su análisis.
En un sondeo realizado por esta servidora a través de una encuesta digital Experiencias en el entrenamiento deportivo sobre el acoso y hostigamiento sexual a atletas, hombres y mujeres, durante sus entrenamientos, dos terceras partes de las participantes eran féminas del deporte de atletismo entre los 40-49 años, quienes habían competido a nivel nacional e internacional y ya no se encuentran activas. Participaron cuatro atletas varones. Aunque el 79% de los participantes de la encuesta contestaron no haber sido víctima de acoso sexual, el 98% aseguró recibir piropos y comentarios de índole sexual durante su entrenamiento. Y el 68% contestó que utiliza diferentes estrategias para evitar el acoso como entrenar en compañía, solo de día, evitar lugares solitarios y ropa poca reveladora. No se percibe como un problema, pero se actúa con el problema latente. Un 21% de los participantes aceptaron haber sido víctimas de hostigamiento sexual, proviniendo un 60% de parte del entrenador, 20% de compañeros de equipo y un 33% por parte de personas anónimas.
El deporte es un fenómeno cultural y refleja a nuestra sociedad en él. Tiene sus aspectos positivos, pero, a la misma vez, puede causar un daño constante a quienes están debajo en la jerarquía deportiva. Todas estas situaciones no deben desalentar la participación femenina en el deporte. Todo lo contrario, debemos ser más agresivos en la forma de educar a nuestras y nuestros jóvenes, a sus padres y madres, a entrenadores, a las federaciones y a la sociedad en general para erradicar estas conductas peligrosas que marcan a muchas atletas féminas y desalientan a otras. Entrenemos en paz emocional y física.