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Caso de voleibolista con embarazo de alto riesgo resalta violencias hacia las atletas

Destinee Hooker

(En la foto, la voleibolista estadounidense Destinee Hooker)

La decisión de la Federación Puertorriqueña de Voleibol (FPV) de no proveer una solución ante la petición de la administración de las Sanjuaneras de la capital de sustituir a su jugadora refuerzo, por razón de su embarazo de alto riesgo, demuestra, a juicio de una académica en estudios de género y exvoleibolista, que el deporte organizado continúa siendo una institución “violenta e insensible” hacia las mujeres atletas.

Esta situación ocurre, a pesar de que, en los pasados dos Juegos Olímpicos de Verano, la mayoría de la delegación puertorriqueña fue compuesta por mujeres, y las primeras dos medallas de oro obtenidas por Puerto Rico en esa justa llegaron a través la tenista Mónica Puig (Río de Janeiro, 2016) y la vallista Jasmine Camacho-Quinn (Tokio, 2020).

De acuerdo con la antropóloga y experta en temas de género María Mulero Díaz, el caso de la voleibolista estadounidense Destinee Hooker evidencia que el deporte de mujeres no podrá obtener equidad ni será un entorno seguro para las atletas mientras sean principalmente hombres quienes continúen tomando decisiones sobre los cuerpos y el rendimiento de las jugadoras.  

“Se toma una decisión que surge a raíz de no considerar una condición, que una jugadora tenga un embarazo de alto riesgo. Utilizando como explicación legal por qué no se le va a conceder al equipo una sustitución por otra atleta, incurren en la insensibilidad, la falta de entendimiento, discrimen claro. Para mí, es una acción bien violenta la que se tomó en el día de ayer [domingo 5 de septiembre]. Lo que refleja es que quienes están detrás de todo esto son hombres tomando decisiones en asuntos de mujeres”, dijo Mulero Díaz a Todas.

El pasado 29 de agosto, Hooker informó a las Sanjuaneras que estaba embarazada y que su situación era de alto riesgo. La situación obligó a su salida inmediata del sexteto, el cual se mediría a las Criollas de Caguas en la Serie Final de la Liga de Voleibol Superior Femenino (LVSF) a partir del pasado sábado 4 de septiembre. El 31 de agosto, la administración de las Sanjuaneras intentó sin éxito que la FPV aprobara una sustitución de la atleta, luego de plantear que las jugadoras refuerzos pueden ser sustituidas por otra jugadora extranjera si se certifica una lesión.

Según se expuso en declaraciones escritas del director de torneo de la LVSF, José Severa Rivera, “el equipo Sanjuaneras de la capital no ha puesto a esta instancia [FPV] en posición de resolver su solicitud debido a que no ha incluido en la misma los fundamentos (e.g. “… motivo de lesión…”), así como tampoco ha anejado los documentos requeridos (e.g. certificación médica)”.

Asimismo, el presidente de la FPV, César Trabanco, emitió, el domingo, una resolución en la que argumentó que “el equipo de San Juan nunca le presentó a la FPV evidencia de que la jugadora refuerzo estuviese lesionada, según lo requiere el reglamento”.

Una apelación presentada por las Sanjuaneras ante el Tribunal Apelativo y de Arbitraje Deportivo del Comité Olímpico de Puerto Rico ratificó la decisión de la FPV, acción que obligó a la administración del equipo a someter una demanda ante el Tribunal de Primera Instancia de San Juan. En espera de la decisión del foro judicial, el apoderado del sexteto capitalino, Marcos Martínez, optó por no jugar en los primeros dos partidos de la Serie Final. Sin embargo, en la resolución presentada el domingo por Trabanco, la FPV determinó que la serie quedaba cancelada y que las Criollas de Caguas fueran declaradas campeonas del torneo 2021 de la LVSF. Se decidió, además, que el personal y jugadoras de las Sanjuaneras de la capital tendrán una suspensión de un año de toda competencia de la LVSF, a partir del 5 de septiembre del 2021.

Para Mulero Díaz, casos como el de Hooker no solo obligan a repensar los reglamentos de las ligas en las cuales participan mujeres, sino que además cuestionan si verdaderamente el deporte ha trascendido sus cimientos como institución que históricamente se ha construido sobre las bases de la masculinidad hegemónica.

“Independientemente de que en el reglamento aparezca o no el término embarazo de alto riesgo es igual a lesión, estamos ante una situación bien distinta, bien delicada, y que, inclusive, aquí estamos hablando de proteger vidas. Estamos hablando de la salud de una atleta y un bebé, y que el médico certifica que no puedes jugar por ser un embarazo de alto riesgo”, expresó la también integrante del Departamento de Ciencias Sociales en la Universidad de Puerto Rico en Humacao.

“Es una decisión bien violenta, bien insensible. Aquí no hay espacio para el diálogo, ni para el reconocimiento de que estamos ante una situación distinta y seria, porque un embarazo de alto riesgo es una condición seria. El deporte como institución se quedó como algo cavernícola, en la Edad de Piedra. No ha habido diálogo. Esto ha sido imposición y penalización. Castigaron a las mujeres, incluyendo al resto de las jugadoras [de San Juan] que fueron suspendidas. Es una vergüenza para el voleibol. Los reglamentos no son sensibles al género. Por eso, es que en este país se necesita tanto la integración de la perspectiva de género en la educación”, agregó la profesora del curso Análisis Sociológico de la Mujer. 

Si bien el argumento de Mulero Díaz en torno a la inequidad de la mujer abarca todos los deportes, el caso del voleibol tiene su particularidad debido a que ha sido una disciplina atlética en la cual las mujeres han sido históricamente sexualizadas e infantilizadas, tanto por comunicadores deportivos como por directivos de equipos o ligas. No solo los uniformes siempre han sido más apretados y cortos en comparación con los hombres, sino que la afición y prensa deportiva han identificado a las voleibolistas por años como “las nenas”. 

Esta insistencia de resaltar principalmente la “belleza” y “gracia” de las atletas por encima de su rendimiento en el tabloncillo o terreno de juego forma parte de las prácticas de representación mediática que priorizan a la “feminidad” tradicional como prerrequisito para que la mujer deportista pueda ser aceptada en una institución tan masculinizada como el deporte. 

“La obsesión con la belleza de una atleta desvía la atención en torno a la potencial amenaza que esta presenta a la masculinidad hegemónica [dentro del deporte], al tiempo que se reafirma la diferencia sexual a través del enfoque en su apariencia femenina”, explica la académica del deporte Margaret Carlisle Duncan en su ensayo Gender Warriors in Sports: Women and the Media

En ese sentido, vale cuestionarse si la ausencia de estipulaciones reglamentarias que protejan a las voleibolistas embarazadas que participan de la LVSF forma parte de la lógica que perpetúa la idea de que el éxito de un circuito atlético dependerá en saber diferenciar entre los cuerpos “permitidos” y los cuerpos que “no pertenecen” al deporte como institución de poder. 

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