(La gobernadora Wanda Vázquez Garced ofrece mensaje durante el Encuentro de Mujeres Trabajadoras)
El Departamento del Trabajo y Recursos Humanos tiene una visión peligrosamente limitada de lo que es una mujer trabajadora y de cómo mejorar su situación laboral. Así quedó demostrado en el primer Encuentro de Mujeres Trabajadoras que la agencia realizó, este martes en el Centro de Convenciones, en Miramar.
Un esfuerzo que pudo haber significado un avance concreto en la organización colectiva de las mujeres para adelantar sus intereses como clase trabajadora quedó como un calco endulzado del discurso del empresarismo y el “empoderamiento femenino” como si fuera un molde aplicable a la mayoría de las mujeres trabajadoras.
Y no me refiero al empoderamiento como lo que realmente debería ser: implementar estrategias para sacar del medio los obstáculos que no nos permiten asumir la participación justa que nos corresponde como el 53% de la población en Puerto Rico, sino a esta idea pintada de color de rosa y escrita en letra cursiva que se nos ha querido vender por la pasada década de que, individualmente, cada mujer puede convertirse en ejecutiva y dueña de su propia empresa.
Nada de malo con esa idea, para cualquiera a la que le sirva. Pero reproducir ese discurso en masa, en un “encuentro de mujeres trabajadoras”, auspiciado por el Departamento del Trabajo, como si cada mujer en Puerto Rico pudiera o quisiera ser empresaria o CEO de una compañía refleja una profunda desconexión de la realidad precaria que enfrenta la mayor parte de las mujeres que trabajan. Y el emprendimiento y el “empoderamiento” no son la solución.
Una charla de una empresaria que promueve que más mujeres ocupen puestos de dirección en las empresas, un panel de jóvenes empresarias y otro integrado por mujeres ejecutivas en compañías privadas quizás hubiesen estado bien para un sector de mujeres interesadas específicamente en esos temas. Sus mensajes giraron -aunque no lo hayan dicho explícitamente- en torno al concepto del “techo de cristal”, que se refiere a las limitaciones sociales y condiciones impuestas por los roles de género que impiden que las mujeres avancen más allá de cierto punto en sus carreras, a los mismo puestos y al mismo ritmo que los hombres.
Este análisis es importante. Hacen falta más mujeres en puestos de toma de decisiones, sobre todo de mujeres feministas, pues también es importante señalar a las que asumen el liderato solo para reproducir las prácticas laborales machistas que sostienen el patriarcado y eso no nos resuelve ningún problema. Entonces, el enfoque exclusivo en que las mujeres adelanten individualmente sus carreras mediante un discurso vacío de “empoderamiento” es simplista, reduccionista y no considera que la mayoría de las mujeres no puede mirar al techo porque están en un suelo pegajoso que no les permite despegarse de ahí.
Lee aquí: Firmes y combativas en su huelga trabajadoras de Cadillac Uniform
“Mujer trabajadora es toda aquella mujer que está participando en el mercado laboral o que está activamente buscando ese trabajo, esa oportunidad de empleo. ¿Qué queremos buscar con esta actividad? Incentivar la participación femenina en Puerto Rico. Actualmente, la participación laboral de mujeres está en 33.3%, en comparación con los hombres, que está en un 48.8%, así que estamos buscando la manera de empoderar, de ayudar a las mujeres para que vean las oportunidades que hay en el mercado y vean a través de otras mujeres que han logrado el éxito en diversas industrias, las trabas que hay en el camino y cómo lidiarlas”, definió la secretaria del Trabajo, Briseida Torres.
Muy poco se abordó durante el encuentro sobre las razones por las cuales las mujeres aún no conforman ni la mitad de las personas que participan de la fuerza laboral ‘formal’ de Puerto Rico, aunque es el mismo Departamento del Trabajo y Recursos Humanos el que produce esos datos.
Consistentemente, la Encuesta del Grupo Trabajador que realiza su Negociado de Estadísticas del Departamento del Trabajo y Recursos Humanos ha demostrado que la principal razón por la que las mujeres se encuentran fuera del grupo trabajador son los oficios domésticos. Se trata de tareas no remuneradas, como el cuido de niños y de adultos mayores, que les han sido muy útiles al capitalismo y que no están contabilizadas como un producto para el mercado laboral, aunque son indispensables para su sostenimiento. Ese es el suelo pegajoso. No se resuelve dedicándole menos tiempo a Netflix y a Facebook, como sugirió una de las conferenciantes, ni dejando los hijos al cuidado de otra persona, que resulta, casi siempre, que es otra mujer.
Para las maestras, enfermeras, profesoras por contrato, meseras, secretarias por clasificación en agencias públicas y empresas privadas, y otras mujeres empleadas en circunstancias similares, que por la naturaleza de sus trabajos no pueden negociar individualmente sus condiciones laborales, no había mucho que aprovechar en el Encuentro.
Una maestra, por ejemplo, tiene un salario base de $1,750. Si su interés es permanecer como maestra, su única alternativa es organizarse sindicalmente y apostar por la lucha colectiva, la única que le ha significado adelantos a la clase magisterial en Puerto Rico. Desde el gobierno, más que promover que esa maestra deje el salón de clases convenciéndola de que el empresarismo también le aplica como molde único, o que, adicional a su trabajo como educadora, debe invertir más tiempo en hacer otra cosa que le permita complementar su salario precario, debe reconocer el valor del trabajo en la educación y compensarlo justamente. Una trabajadora precarizada que logra salir de esa situación va a ser sustituida por otra trabajadora en las misma condiciones precarias. Entonces, no hay ningún problema resuelto. Hay que combatir la idea de que los problemas colectivos solo se pueden solucionar individualmente.
Pero, en el Encuentro, la secretaria del Trabajo dijo que no sabía si había representación de sindicatos en la actividad. Por lo menos, en la agenda, no había conferencias de organización sindical ni de otro esfuerzo por conquistas de beneficios laborales colectivos. Nada se habló de cómo hacer frente a la reforma laboral de 2017, que la secretaria defiende, y que, entre otras cosas, redujo las licencias de vacaciones y enfermedad para las personas empleadas luego de su implementación. La reforma laboral aplicó de manera general, pero la respuesta que da este tipo de evento es “emprende”, “reinvéntate”, eufemismos para “resuelve como puedas”.
La realidad que el gobierno y muchas líderes dedicadas a “empoderar” a las mujeres necesitan comprender e incorporar en sus discursos es que la mayoría de las mujeres trabajadoras no son ni van a ser empresarias; van a ser empleadas toda su vida. Van a trabajar para otra persona o institución porque no es posible en nuestros tiempos una sociedad en que cada individuo sea dueño de su propia empresa. El discurso de “empoderamiento” que reproducen, sin embargo, minimiza y degrada el valor de este trabajo. Apelando a las individualidades e ignorando el colectivo, ha sido muy efectivo para que los gobiernos se laven las manos en la concesión de derechos y beneficios a las mujeres trabajadoras y en la creación de política pública que realmente empodere a las mujeres y les permita ocupar puestos de liderato.
La justicia salarial, el acceso a centros de cuidos para los hijos, la extensión de licencias de maternidad y paternidad por encima de lo que concede la legislación son asuntos que se han adelantado, principalmente, a través de luchas y negociaciones colectivas en sindicatos.
Mirar el privilegio de unas pocas sobre la precariedad de las otras
La primera conferencia estuvo a cargo de Frances Ríos, CEO de Women Who Lead, quien estableció que no era feminista, sino capitalista.
Es lamentable que un encuentro de mujeres trabajadoras tenga como primera oradora a una mujer que reniega del feminismo. Es una afirmación que revela una profunda ignorancia sobre las implicaciones del feminismo como movimiento que ha conseguido cosas que hoy nos parecen tan normales como que una mujer pueda tomar un micrófono y dirigirse a una audiencia, pero también refleja un desprecio por sus propias congéneres. Ciertamente, el feminismo y el capitalismo no son compatibles. El capitalismo se sostiene sobre la explotación de otros seres humanos, principalmente de las mujeres. Porque una cosa es ser feminista en una sociedad capitalista; hay que sobrevivir, -el capitalismo es así, no da muchas opciones-, y otra muy diferente es pretender construir el “éxito” personal a partir del esfuerzo de otras mujeres que, la mayoría de las veces, están precarizadas. En el capitalismo hay ricos y hay pobres, y esos pobres, son la mayor parte mujeres.
Comoquiera, su premisa de “yo no soy feminista, soy capitalista” es el ejemplo perfecto de la desconexión de este evento con la realidad del grupo de mujeres trabajadoras en Puerto Rico.
En resumen, el encuentro estuvo más o menos bien para mujeres que desean emprender su propio negocio o convertirse o necesitan herramientas para avanzar en sus posiciones; quieren romper el techo de cristal. Pero, hay que reconocerse bastante privilegiada para estar mirando al techo de cristal, cuando la mayoría de las mujeres tienen que luchar por no caer más abajo del piso. Toca hablar de mujeres trabajadoras.