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El reto de ser peatona en un país para carros

Ser peatona en un país para carros

Fotos por Valeria María Torres Nieves

Eran las seis de la tarde cuando Alexandra Acosta Vilanova se proponía comprar huevos en un colmado aledaño a su apartamento, en Santurce. Tenía el presentimiento de que no debía ir, pero pensó: “Yo no voy a depender de nadie”. Acto seguido, un carro la persiguió y el hombre que lo conducía la invitó a su casa. Sintió miedo. Fue víctima de acoso callejero.

Acosta Vilanova es oriunda de Lajas, pero vive en San Juan porque estudia en la Universidad del Sagrado Corazón (USC). No tiene carro. Su método de transporte principal es caminar. Este detalle determina sus experiencias sociales, pues Puerto Rico es un país cuya transportación es excluyente y se orienta mayormente a los vehículos de motor. 

Hacer compra es una diligencia básica y, en la mayoría de los casos, no presenta riesgos contra la seguridad de la ciudadanía. Esta no es necesariamente la experiencia que viven las universitarias peatonas, como la sagradeña, quien generalmente realiza la gestión con una de sus compañeras de casa, que sí tiene carro.

“Sí, salgo con mucho miedo”, soltó frustrada Acosta Villanova. 

“Desde esa experiencia, salgo con más miedo y me enoja, me enoja un montón que tenga que limitarme por cosas que yo no controlo”.

Para la planificadora urbana Norma Peña Rivera, la transportación es un medio para lograr un fin y un beneficio, que es la calidad de vida. No obstante, afirma que el sistema de transportación principalmente unimodal, orientado al carro, en el que se desarrolla el archipiélago, oprime a los peatones porque no hay opciones alternas de transportación o son limitadas.

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La transportación nuestra de cada día

En Puerto Rico, coexisten varios modelos de transportación que se vienen acumulando desde el siglo 18, cuando se organizaban los cascos urbanos con el modelo de cuadrillas, que es de escala caminable. Sin embargo, la llegada del carro, en 1902, supuso el dominio del modelo continental, que se basa en distancias largas recorridas en vehículos de motor.

Aunque la doctora Peña Rivera dice que el modelo continental “no cuadra exactamente con nuestras necesidades de espacio”, el desarrollo y la planificación moderna en el territorio se dan subsidiados por Estados Unidos. Así que, ese modelo de desparrame, con largas distancias, se implanta siguiendo el estilo norteamericano.

“El que te da el dinero, te dice, te pide (y) te impone unas reglas para poderlo usar y es parte de su proceso de transparencia porque son fondos públicos. Así que, para todo fondo público que Puerto Rico recibe debe haber detrás un plan que lo justifica y lo valida”, detalló Peña Rivera, quien es parte de la facultad de la Escuela Graduada de Planificación de la Universidad de Puerto Rico (UPR) Recinto de Río Piedras.

Los fondos deben ser respaldados con un plan de buena transportación que, en términos estadounidenses, significa la disminución de la congestión vehicular. Peña Rivera enfatizó que este análisis no contempla si es justo, accesible y si, en efecto, moviliza a las personas.

Asimismo, destacó el submodelo de cajas, que se centra en las grandes tiendas por departamento. Estos comercios se construyen generalmente fuera del espacio urbano, por lo que requieren el uso del carro para ser accesados. Además, están diseñados para comprar en cantidades mayores a las que se pueden cargar al caminar o en transporte colectivo. 

No cuentan con el transporte público

El área metropolitana de Puerto Rico tiene varios sistemas de transportación colectiva. Con sus limitaciones, se destacan los sistemas públicos el Tren Urbano (TU) y la Autoridad Metropolitana de Autobuses (AMA); además del servicio privado Uber. 

La estudiante de Comunicación Audiovisual en la UPR Recinto de Río Piedras Amanda Villalobos Colón es otra de las estudiantes que vive sin carro, en San Juan. Aunque tiene alternativas, la manatieña prefiere caminar a los lugares que les son posibles, pues la transportación pública le parece ineficiente por la puntualidad y las rutas. Cuando tiene que recorrer distancias largas, opta por pagar un Uber, servicio que no es tan accesible económicamente para muchos estudiantes. 

La planificadora Kathleen Ramos Jusino llama la atención sobre la intermodalidad o métodos de transporte alternativos para llegar a los destinos a partir de las 16 estaciones del TU. Ramos Jusino propone el uso de la bicicleta para completar el viaje que se comenzó en el transporte público.

No obstante, para montar una bicicleta en el tren, se debe gestionar el BiciTren, un permiso que solo se expide en la estación de Río Piedras y limita la cantidad de bicicletas por vagón en horas pico, que comprenden de 6:00 a 8:00 a.m. y a las 6:00 p.m. Según los datos más recientes del uso del TU, la ocupación de los vagones más alta del día se suscita en la hora pico de la mañana, cuando se alcanza el 57% de su capacidad máxima. 

“En ningún lugar del tren tú ves esta información. Te lo informan cuando llegas con la bicicleta y se vuelve un estorbo”, relató la creadora de Cultura Bicicleta, una cooperativa de bicicletas fundada en Río Piedras. 

Tanto Villalobos Colón como Acosta Vilanova prefieren caminar antes que tomar la transportación pública, que ofrece una tarifa especial para estudiantes. Sin embargo, ambas criticaron los estados de las aceras, la falta de pasos peatonales y que los conductores obvian la existencia de peatones.

El privilegio de la masculinidad en la calle

En una sociedad desigual, diversos aspectos colocan a personas sobre otras. El patriarcado y los carros, se sobreponen a los cuerpos feminizados que recorren, a pie, las calles en Puerto Rico.

La experiencia de Acosta Vilanova con el acoso callejero no es aislada, las historias de estudiantes acosadas, en cualquier momento del día, son incontables. Desde comentarios con connotación sexual, persecución y arrinconamiento, hasta masturbación en público y contacto físico indebido. Cada vez que salen a la calle, las estudiantes peatonas se enfrentan al miedo y el peligro que supone ser acosadas. 

“El acoso callejero es un tipo de violencia de género, que se da de forma unidireccional, proviniendo regularmente de un desconocido, que abarca desde los piropos no deseados o los silbidos, hasta la persecución”, lee el proyecto del Senado 326, que busca tipificar el acoso callejero como un delito de hostigamiento sexual. 

Ante el miedo, las estudiantes recurren a la sororidad. Entre sus grupos de amistades, se acompañan en las caminatas, se comparten localizaciones en vivo y hasta se obsequian herramientas de defensa personal como teasers y gas pimienta. Otras veces, se acompañan con la voz, en una llamada. 

Con todas las precauciones, el miedo no se desvanece porque el acosador, con su privilegio de movilidad, puede alcanzar a su víctima en cualquier momento en su travesía al destino final.

autodefensa feminista

Limitación: la cotidianidad peatonal

Por regla general, los alumnos peatones oriundos de municipios fuera del área metropolitana se hospedan en espacios aledaños a los recintos, para estar a una distancia caminable de sus lugares de estudio. 

En el caso de las estudiantes consultadas, además de estudiar en sus respectivas universidades, también trabajan en ellas. Aunque les gustaría tener la experiencia de desarrollarse en sus áreas de estudio, en ocasiones, han dejado pasar oportunidades por sus limitaciones de movilidad y transporte. 

Al contemplar alguna oferta, Acosta Vilanova evalúa cuánto tiempo le tomará llegar en el transporte colectivo y a qué horas llegaría a la estación del TU más cercana de su casa. Debido a la inseguridad en las calles, especialmente para las mujeres y personas femmes, caminar de noche no es una opción.

En cuanto al resto de sus necesidades básicas, la sagradeña se circunscribe a lo cercano a su hospedaje, aunque destaca la solidaridad de sus amistades que sí poseen un carro. 

“Tengo mucha gente buena a mi alrededor que siempre están dispuestos a ayudar y a llevarme a los lugares, pero me encantaría hacer lo mismo por ellas”, comentó.

La doctora Peña Rivera explicó que, en Puerto Rico, se espera que las personas tengan carro, por tanto, no se toma en cuenta la accesibilidad a la movilidad de los peatones para satisfacer sus necesidades básicas. 

“Están excluidos socialmente de la sociedad porque no tienen un vehículo. Eso es bien antisocial, es bien retrógrado, es bien indicativo de la pobreza de la sociedad en general”, puntualizó la docente. 

La movilidad es libertad

Si bien la transportación significa llegar de punto A hasta punto B, la movilidad representa acceso a la libertad para tomar control de la vida propia. 

Acosta Vilanova destacó que, dentro del panorama, es privilegiada e instó a pensar en la movilidad de los estudiantes peatones que viven en municipios fuera del área metropolitana, donde el transporte colectivo no es solo ineficiente, sino que es casi inexistente.

Por su parte, Villalobos Colón ahorra para comprarse un carro, pues reconoce que es necesario para vivir en Puerto Rico. No obstante, datos de la Sociedad Americana de Automóviles reflejan que los gastos de un auto consumen 20% del presupuesto anual familiar, mientras que el 11% se destina a alimentos y el 5% se orienta a aspectos de salud. Así que, se puede concluir que la disminución de gastos en transporte individual podría desencadenar en una mejor calidad de vida.

“Yo podría hacer todo lo que no puedo ahora y (lo que) me preocupa. Yo podría salir a caminar y a correr como ejercicio liberador del estrés. Yo podría aceptar las oportunidades profesionales que tanto deseo. Yo podría visitar constantemente a mi familia”, confesó la lajeña sobre las posibilidades que le ofrecería la movilidad. Aunque, admitió que “poder caminar sin miedo, eso sería lo más brutal del mundo”.

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