Hace unos días, comenté en una publicación de un querido compañero cristiano sobre la importancia de que la iglesia cristiana, en su rol moral y espiritual, debe darle a escuchar los reclamos, experiencias y dolencias violentas que la comunidad LGBT+ ha vivido a causa de sus posturas de odio, rechazo y desprecio.
Al estilo de un acercamiento educativo, presenté mi posición desde mi realidad como hombre gay y cristiano. Mencioné cómo las diferentes violencias me han afectado particularmente y, también, cómo han afectado a otras personas cuir.
El mencionar que me identifico como hombre gay y cristiano creó una respuesta de un desconocido -que también dice ser cristiano- sobre la contradicción que conlleva mi orientación sexual y mi credo religioso. Sus palabras fueron: “Dices ser gay y cristiano; ¡eso no existe!”
Mientras leía su postura heteronormativa y segregadora, me percaté que reaccioné de manera jocosa. Me reí brevemente porque asumí que, en su manera de ver el mundo, yo constituía ese ser inexplicable, contradictorio, producto de corrientes filosóficas humanas que se alejan de la “verdad bíblica” y, hasta podría inferir, mítico.
Aunque tomé el comentario y lo internalicé de manera jocosa para así sobrellevar la tensión, me pregunté cuánta falta hace el que personas como yo, cuir, nos visibilicemos en espacios religioso-espirituales para dar a conocer que nosotres existimos y merecemos pertenecer a todos los ámbitos a los que decidamos integrarnos, sean laborales, religiosos o recreativos.
Para muchas personas, el hecho de participar en un espacio religioso-espiritual dominado por ideologías conservadoras puede percibirse como contradictorio y peligroso. Esta impresión la he recibido de personas cristianas, ateas, simpatizantes, cuir y muchas más que han reaccionado con actitudes que van desde el asombro hasta el desprecio. A muchas, les parece curiosa la posición que asumo con respecto a mi fe, mi orientación sexual y mis posturas feministas.
Admito que, de las personas cristianas, he recibido muchas percepciones y comentarios negativos, pero, al mismo tiempo, muchos/as han levantado interrogantes de por qué prevalecer y participar de un espacio que ha hecho tanto daño a la comunidad LGBT+.
Podría enumerar y hacer una lista sobre las contestaciones sobre todas las preguntas que me han hecho, pero ese no es el fin de el escrito.
El propósito de pertenecer y prevalecer en espacios religioso-espirituales es resaltar la importancia de entender que nosotres los gays, las lesbianas, bisexuales, trans y persones no binarias existimos en esos espacios porque así lo hemos decidido. No solo existimos, sino que pertenecemos y nos merecemos el reconocimiento de nuestras identidades en el espacio y el trato digno como personas que somos y siempre seremos.
El fin de participar y pertenecer a estos espacios no es ser aceptados por las ramas conservadoras y fundamentalistas de la religión, sea cristiana, musulmana, Wicca, santera o cualquier otra, sino que debe ser la consistencia en alentar a que las personas cuir podamos tener espacios religioso-espirituales seguros; que se valore nuestra aportación disidente y se visibilice la experiencia cuir como un camino de aprendizaje que causa una transformación y entendimiento espiritual profundo y crítico; que se aliente a perseguir y ocupar posiciones de liderazgo en esos espacios, si así lo deseamos; que se nos reconozca como personas capaces de llevar mensajes integradores, inclusivos y de sano andar sobre los libros y las tradiciones religiosa; y que se nos reconozca con esa capacidad transformacional que puede dignificar, justificar y restaurar a las personas que muchas congregaciones religiosas han herido por utilizar la fe como arma de opresión.
Quizás para muchos, muchas y muches las voces de negación sobre nuestra existencia en espacios religioso-espirituales suenan más altas que las que buscan incluirnos. Pero, como bien contestó mi madre al desconocido cristiano que negó mi existencia como hombre gay y cristiano:
“Mi hijo gay cristiano no existe para usted, pero sí para Dios y para mí. Al final del día, eso es lo que importa”.
Así como mi mamá me validó, validemos nuestras realidades cuir en espacios religioso-espirituales porque, al final de día, si ese espacio es al que queremos pertenecer y donde queremos prevalecer, siempre priorizando nuestra seguridad, entonces, hagamos lo que podamos para resaltar y visibilizar nuestras realidades y experiencias de fe.
El mes de orgullo LGBT+ habrá pasado, pero celebrar, visibilizar, y luchar es un asunto de todos los días, hasta que alcancemos la equidad.