En estos días, desde distintos frentes, las mujeres exigen al gobernador de Puerto Rico, Ricardo Rosselló, que declare un estado de emergencia nacional por la situación de violencia de género que se vive en el país.
En esta ocasión, esta solicitud se hizo en el marco del foro Desde nuestras voces: Narrativas en torno a las violencias de género, en el edificio Carmen Rivera de Alvarado de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras, donde la mayoría de los comentarios también tenían un punto de encuentro: la importancia de la integración de una educación con perspectiva de género en las escuelas.
En ese espacio universitario se reflexionó sobre el estado actual de las mujeres desde cuatro voces tocadas por la violencia machista. Se nombraron a las 22 mujeres asesinadas por sus parejas o exparejas, en el 2018, como consecuencia de la violencia de género. Ese número aumentó a 23.
A esta cifra, la activista e intercesora legal Leila Negrón añadió que, en promedio, tres mujeres son asesinadas por mes, y que 20 mujeres han perdido sus vidas en circunstancias no esclarecidas. Agregó los 180 casos de violencia de género de policías que han agredido a sus parejas y los 2,500 safe kits que no se han analizado desde el 2006.
“Esta información, ¿qué nos dice? Que tenemos un país en contra de las mujeres. Cuando el estado no declara una situación de emergencia nacional ante lo que está ocurriendo, una tiene que pensar que el país va en contra”, expresó.
Negrón compartió su experiencia sobre el asesinato de una hermana en manos de un vecino que “no aceptó un no como respuesta”. “El dolor nos une, pero nos une la resistencia. Creo que la resistencia de las mujeres es importante para esta lucha que estamos dando”, dijo al hablar de lo esencial que es narrar estos episodios para visibilizar la cotidianidad en la isla.
“El mito de que ya hemos alcanzado y logrado esa equidad y esa justicia sigue siendo un mito, y todavía es nuestra lucha”, comentó.
Testigo del maltrato a su madre
La universitaria Perla Ortiz Acosta creció en un hogar donde las humillaciones a su madre formaban parte de su día a día. Fue testigo de la violencia sicológica que vivió su mamá. Solo tenía 3 años de edad cuando su madre conoció a un hombre que se refería con palabras obscenas y gritos. Por nueve años, presenció el maltrato en primera fila.
Hoy, agradece la ayuda que ellas recibieron de la Casa Protegida Julia de Burgos, esencial para las redes de apoyo que forman parte del proceso de sanación.
La joven instó a extenderles las manos a los niños y adolescentes que enfrentan situaciones similares a las que ella experimentó.
“Todas las personas deben tener en cuenta que los niños viven el maltrato con sus madres. No es que los niños no sufren ni saben lo que está pasando. Saben lo que está pasando, pero no pueden expresarlo. Quizás se aíslan, se ponen rebeldes, no tienen relaciones interpersonales, pero todo es una manifestación de que no se ha dado el cuidado sicológico que necesitan”, mencionó.
“Tengo que reconocer que mi mamá me llevó a recibir ayuda porque ella sabía que estaba expuesta. No la juzgo y la admiro porque durante el proceso, a pesar de que estaba viviendo una opresión tan fuerte, veló por mi bienestar”, añadió.
Seis meses que fueron una eternidad
Jackeline Avilés Aponte conoció a un hombre que a simple vista parecería “bueno”, pero realmente supo quién era cuando empezó a convivir con él en la casa de sus padres. Insultos, golpes, quemaduras con cigarrillos, abusos sexuales y encierro eran parte de la cotidianidad que vivió por seis meses.
En ocasiones, él la despertaba pasadas las 3:00 de la madrugada para que se prostituyera y, luego, con el dinero mantenía su adicción a la cocaína.
“Lo más importante es que busqué la manera de salir de esa violencia. Usé mis energías para pensar cómo hacerlo”, expresó la estilista, quien logró salir de esa casa con la ayuda de una amiga, y el respaldo de la Casa Protegida Julia de Burgos.
Le asesinaron a su hija
Sonia Nieves Vázquez narró cómo su hija Suliani Calderón, de 38 años, fue asesinada, el pasado 18 de mayo, frente a sus dos hijos. Luego de dispararle a la mujer, el padre de los menores de edad, José Vega, se suicidó.
Nieves enfatizó en las señales que indican que una relación no es saludable, como el aislamiento que vivió su hija, con quien únicamente se podía comunicar si la llamaba al trabajo.
“Mi hija tuvo una orden de protección, que no sé para qué la dan. Sinceramente, he resumido que toda mujer que tiene una orden de protección es una mujer asesinada. Lamentablemente, vivimos en una sociedad donde primero yo, segundo yo y tercero yo, y no me importan los demás. Mientras pensemos así, mi país no va a echar para adelante”, expresó Nieves en referencia a cómo de manera individual y colectiva no se toma acción para luchar contra la violencia machista.
“Tenemos que empezar a ver esto como una plaga. Esto no es se acabó, no nos vamos a ver hasta el año que viene y se resolvió. Tenemos que alzar la voz, tenemos que gritar. Lo más que puedo decir es que unamos fuerzas. Necesitamos educar, necesitamos que la policía esté mejor preparada, necesitamos de unos tribunales que creen conciencia de que una bendita orden de protección no le salva la vida a nadie, y que los jueces tengan más sensibilidad”, agregó quien inspirada en su hija lanzó la campaña de concienciación A mal tiempo, labios rojos.
Este conversatorio, a cargo de la Coordinadora Paz para la Mujer, la Escuela de Trabajo Social de la UPR y la Casa Protegida Julia de Burgos, forma parte del calendario de 16 días de activismo contra la violencia de género del que participan distintas organizaciones. A la conversación también se unieron, la profesora Elithet Silva, la moderadora Jenice Vázquez y Vanessa Prado de la Coordinadora de la Paz para la Mujer.