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Un brindis por la amiga que me rompió el corazón

Foto de archivo de Ana María Abruña Reyes

“She is a friend of my mind. She gather me, man. The pieces I am, she gather them and
give them back to me in all the right order”.

– Toni Morrison

El pasado mes de julio, se cumplieron once años de una de las rupturas más dolorosas que he tenido que transitar. Una amistad que parecía ser “para toda la vida” se vino abajo en cuestión de días. Nunca lo hablamos. No hubo acercamientos, ni intentos para aclarar lo sucedido. Fue como si, de repente, ambas decidimos aprovechar un malentendido para cortar el lazo que nos unió por más de veinte años.

Cuando termina una relación de amistad profunda, muere un lenguaje común, un abecedario de miradas, gestos y risas que solo entienden dos. Se nos apaga una galaxia entera de historias pasadas y futuras posibles. Se extingue una luz. Aunque otros brillantes luceros iluminen tu vida, siempre habrá un recoveco del alma que no nos brilla de la misma manera. Cada logro, cada meta, cada buena noticia se queda en pausa -por unos segundos- al confirmar que no se la puedes contar a esa persona, que, en otro momento, fue tu persona, tu refugio, tu casa. La sonrisa pierde amplitud y las carcajadas bajan unos cuantos decibeles. El corazón nos sigue bombeando sangre, pero nos late distinto.

El perder o dejar ir a una amistad que significó mucho, puede suponer un luto eterno, cargar con un duelo en vida. La vida sigue, pero sin una pieza. Porque en este mundo que se empeña en dañarnos de tantas maneras, las amigas, para muchas de nosotras, lo son todo. “Ningún novio me dolió tanto…”, es la frase que más escucho cuando hablo con otras de estas pérdidas afectivas. Y es que el amor de las amigas nos salva, nos ordena, se nos siembra en el corazón y nos florece.

En su libro Communion: The Female Search for Love, bell hooks nos confirma que, cuando en el camino encontramos almas gemelas, verdaderas amigas, compañeras de vida, encontramos comunión, unión en lo común. Descubrimos que es mejor bailar en un círculo de amor sororo, que bailar sola. La amistad entre mujeres nos brinda ese espacio vital para experimentar la alegría de esas relaciones seguras en la que aprendemos a procesar problemas, a enfrentar las diferencias y los conflictos mientras nos mantenemos conectadas a nuestra energía ancestral y mística.

La lucha feminista es una lucha que se construye firme en la medida en que podamos afianzar lazos personales y políticos, y de ellos, la amistad entre mujeres resulta ser el arma más poderosa, porque no hay nada que desarticule más al patriarcado que vernos juntas cuidándonos, sosteniéndonos y amándonos. En esos vínculos íntimos que desarrollamos desde relaciones platónicas consistentes, comprometidas y con el potencial de convertirse en relaciones significativas y duraderas encontramos nuestro lugar. Estas relaciones nos aseguran que conoceremos el amor verdadero y duradero, el que no encontraremos nunca en el “amor romántico” que nos vende Hallmark. Y, al final del día, es ese amor el que nos sostiene y da sentido a nuestra existencia. A pesar de todo lo vivido y aún después de tanto dolor, yo sigo celebrando y valorando la amistad entre mujeres como una de las fuerzas transformadoras más poderosas. El amor entre mujeres será el eje que mueva y la fuerza que transforme al mundo.

A mi amada amiga que ya no lo es, le deseo alegrías y ternuras infinitas. Confieso que casi todos los sábados en la tarde la pienso y sonrío con el corazón roto. Con ese mismo corazón que explotaba de alegría cada vez que estábamos juntas, cada vez que cantábamos canciones a tó’ pulmón en el carro, ese mismo corazón que se aceleraba con cada locura que conspirábamos juntas, que saltaba de gozo cada vez que éramos nuestras y libres. Guardo por siempre sus abrazos que acogieron mi llanto en mis peores momentos, el gozo de revivir las mismas historias que contábamos una y otra vez como si nunca las hubieran escuchado, los desayunos que duraban el día entero, las canciones, los libros, la poesía, los sueños, la pizza y el café. No nos debemos nada. Los amores que nacieron de nosotras ya son parte del Universo.

Hoy, brindo por la amistad que se fortalece en la adversidad, la que no se justifica ni se excusa, la que enfrenta con ternura, la que encara amorosamente, la que no da rodeos, la que mira y habla de frente, la que agradece, la que perdona, la que no manipula ni exige lealtad ciega y cómplice, la que aclara, la que trasciende…

Salud.

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