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Reflexionan sobre el feminismo decolonial desde sus trincheras

En el contexto de la segunda edición de la Cumbre Internacional de Afrodescendencia, cuatro activistas, con amplia trayectoria en temas de feminismo, Shariana Ferrer-Núñez, Ochy Curiel Pichardo, Aída Esther Bueno Sarduy y Yuderkys Espinosa Miñosa se sentaron a dialogar acerca de cómo ha evolucionado el feminismo decolonial y cómo lo han vivido desde sus respectivas trincheras. 

El panel titulado Epistemologías de la relación: Afropolíticas y feminismos decoloniales, que tomó lugar en el anfiteatro #1 de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras, inició con una ponencia de cada una de las panelistas. Moderó Massiel Torres Ulloa.

La activista, filósofa, escritora e investigadora feminista, antirracista y decolonial dominicana Yuderkys Espinosa Miñosa utilizó su turno para abundar en el significado de lo decolonial, un término que ella considera que es utilizado, en la actualidad, sin mayor cuidado. 

“Ahora, todo el mundo es decolonial. ‘Decolonial’ ya es una palabra de compra y venta en el mercado y que se usa para renovar las carreras académicas… no para renovarlas, sino para hacerlas más vendibles”, expresó, con un tono jocoso, Espinosa Miñosa. 

El feminismo decolonial sostiene que el género es una invención europea impuesta por medio del colonialismo y que no existía antes de ese periodo. La imposición de lo que se conoce como género, de acuerdo con esta corriente de pensamiento, habría sido una forma de controlar a las mujeres colonizadas, asignándoles el ámbito doméstico como el único espacio propio. De esta manera, las tareas reproductivas y de cuidado serían la norma para demostrar amor hacia los esposos y crías. 

“Feminismo decolonial no es la suma de teoría feminista, teoría feminista negra, teoría decolonial y teoría queer. No es suma, no es sumativo”, aclaró Espinosa Miñosa. 

Más bien, “es un proceso de ver cómo dialogan cada uno de estos campos de pensamiento y de actuación, porque son un campo de pensar, una interpretación social, pero también de actuación histórica y política. Lo ponemos en diálogos y, al ponerse en diálogo, pueden salir también las resistencias, las diferencias y también puede salir un caldo nuevo, que es lo que hemos intentado articular a partir de lo que estamos trabajando”, añadió.  

Un caldo compuesto por diferentes ingredientes que, una vez son integrados, dejan de representar una sola cosa y obtienen un significado nuevo. Así, Espinosa Miñosa explicó por qué es problemático aislar el feminismo de todas sus otras posibles vertientes, antirracista, radical, liberal, lésbico o, en este caso, decolonial. 

“El feminismo descolonial no es feminismo…es feminismo descolonial”, explicó. 

Por su parte, Ochy Curiel Pichardo, quien es activista, antropóloga y teórica del feminismo latinoamericano y caribeño mencionó que, en esencia, el feminismo decolonial va en contra del feminismo blanco, que se centra en las necesidades de la mujer blanca sin reconocer su privilegio racial. 

“El feminismo decolonial del que nosotras venimos, el que nosotras construimos, es una oposición al feminismo blanco”, puntualizó Curiel Pichardo, de República Dominicana. 

Faltan mujeres negras en la academia 

Precisamente, el feminismo blanco es el que nutre la próxima problemática que entró en discusión y que trajo la antropóloga cubana Aída Esther Bueno Sarduy, experta en estudios avanzados sobre relaciones raciales y cultura negra. 

El problema: la ausencia de mujeres negras en posiciones de autoría en las universidades. Bueno Sarduy denunció que el profesorado en estas instituciones está compuesto, en su mayoría, por personas blancas europeas ilustradas por su propio feminismo. Estas son quienes planifican talleres, charlas y paneles para poner en discusión asuntos de raza, negritud y afrodescendencia. Ahí, en esas instancias específicas, es cuando, usualmente, las mujeres negras son convocadas y tienen presencia en los espacios académicos, pero solo como operadoras y no como quienes gestionan los proyectos. 

De esta manera, las mujeres blancas que se hacen llamar aliadas de las luchas antirracistas y descoloniales asumen roles que no les conciernen.  

“Si son aliadas, absténganse de ocupar espacios que no les corresponden”, explicó Bueno Sarduy. 

Entonces, añadió que las aliadas pertenecientes al feminismo institucional blanco deben reflexionar y plantearse de qué maneras pueden ser protagonistas junto con las feministas descoloniales antirracistas para obtener un cambio definitivo y verdadero que abra el feminismo a otros horizontes genuinamente diversos e inclusivos de saberes múltiples. 

“Un feminismo que rompa todos los techos, ya sean de cristal, madera, paja o hierro, y que cuando caigan esos materiales al suelo sean reciclados por todas para construir con ellos una avenida en la cual podamos caminar todes y todas sin miedo, sin jerarquías raciales, ni jerarquías de género y sin violencias hacia un futuro prometedor y feliz”, continuó Bueno Sarduy. 

El activismo se hace desde las calles 

Aunque el rol de las instituciones del saber, sin duda, toman un papel esencial en la formación de las personas, todas las panelistas estuvieron de acuerdo con que el activismo no se hace desde la academia, sino que toma lugar en las calles y en las comunidades. 

“En la academia, podemos dar seminarios sobre feminismos decoloniales, pero la acción fronteriza decolonial no está en la academia, porque la academia es parte de la institución fundamental de la colonialidad del saber”, sostuvo Curiel Pichardo.  

Aunque el feminismo decolonial, como explicaron las panelistas, busca descolonizar todo, también tiene claro que hay instituciones que, por su propia naturaleza, no se pueden descolonizar, más bien, se tienen que desmantelar. 

Por consiguiente, es necesario que el feminismo decolonial no se limite a lo epistemológico y regrese a la comunidad. 

La cofundadora de la organización Colectiva Feminista en Construcción, Shariana Ferrer-Núñez, abundó sobre cómo la producción de conocimiento se da desde las comunidades y cómo luego es sujeto de estudio en las universidades. Esencialmente, lo segundo no puede existir sin lo primero. 

“La academia lo sabe, lo sitúa, lo agarra [el conocimiento que se crea en las comunidades] y lo produce en papers y en conferencias. ¿Qué nos están dejando esas conferencias, esos papers, esas publicaciones si no hay una conexión con los movimientos?”, cuestionó la militante del proyecto político de la tradición del feminismo negro y decolonial. 

“El programa de género de esta institución, no es lo que va a garantizar, ni lo que sostiene un movimiento o movimientos feministas en este país”, agregó. 

Por tanto, Ferrer-Núñez gestiona la Escuela Feminista Radical de la Colectiva, un espacio intencionado para la formación política y politización de las comunidades. 

En la discusión prevaleció que estas iniciativas funcionan para que las dinámicas de aprendizaje e intercambios de conocimiento no siempre tengan que darse como sucedió en ese panel, con unas personas que hablan y otras que solo meramente escuchan.

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