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Mujeres y personas gestantes enfrentan el trauma de la violencia obstétrica

Violencia obstétrica en Puerto Rico

(Foto de Patricia Prudente en Unsplash)

La violencia obstétrica fue descrita por el experto en salud pública Javier Morales como aquella que ejerce el personal de salud sobre el cuerpo y los procesos reproductivos de las mujeres, a través de un trato deshumanizado o una medicalización excesiva de los procesos naturales. Además, puede resultar en heridas físicas y traumas emocionales permanentes. 

Morales se presentó en la charla Una mirada transdisciplinaria a la violencia obstétrica en Puerto Rico, en la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras, junto a varios profesionales del tema para contestar: ¿Qué es la violencia obstétrica y cuáles son sus efectos en las víctimas? 

“Esto va más allá del parto. Puede ocurrir en exámenes ginecológicos, terminaciones de embarazos, durante tratamientos de fecundidad y anticonceptivos, entre otros contextos. Se da mayormente a través de las humillaciones […] y la indiferencia, o con frases despectivas como ‘cuando lo hiciste no te quejabas’, entre otras”, aseguró Morales. 

Las cesáreas y atención innecesaria también pueden ser un acto violento 

Aunque no son la única evidencia de violencia obstétrica en la isla, el alza en la tasa de partos por cesáreas, la mayoría innecesarias, no debe ser ignorado. La Organización Mundial de la Salud establece que una tasa aceptable de partos por cesárea es entre 10 a 15 por ciento. Según una cifra provista por el Departamento de Salud, alrededor de 46.3 por ciento de los partos en Puerto Rico culminaron en cesárea entre 2015 y 2016. 

“Hay hospitales que atienden casi mil partos, casi el 5 por ciento de los partos totales en la isla, y 70 por ciento de ellos son por cesárea. A veces, estos hospitales lo que tienen es un equipo de cinco obstetras, o sea, que puede haber médicos que lo único que hacen son cesáreas”, explicó Morales. 

Según el doctor José Gorrín Peralta, especialista en obstetricia y ginecología, esta situación se debe, mayormente, a que luego de la primera cesárea, la enorme mayoría de los obstetras en Puerto Rico no respetan el derecho de la madre a intentar un parto vaginal en el próximo embarazo. 

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Además, Gorrín Peralta aseguró que el abuso del poder que ejercen los obstetras sobre los cuerpos de sus pacientes durante el proceso de parto se puede atribuir de gran manera a la mitificación social de los doctores y la confianza ciega que se tiene en su conocimiento. Gorrín Peralta explicó que, en la gran mayoría de los casos, la presencia de un médico obstetra durante el embarazo no es necesaria, y puede ser dañina a su desarrollo. 

“El 90 por ciento de los partos y los embarazos no necesitan un obstetra, y el otro 10 por ciento, a veces, lo que necesitan es llamar para consultarnos porque tienen el azúcar baja, o porque el parto no evoluciona como se supone”, explicó el obstetra. 

Para Gorrín Peralta, el hecho de que el sistema de salud pública puertorriqueño obligue, de alguna manera u otra, a las mujeres a someterse al cuidado de un obstetra durante su embarazo, sin ser completamente necesario, es, en sí, un acto de violencia en contra de ellas. Según el doctor, esta norma aporta a la violación del proceso natural de gestación y, por consiguiente, el parto y la maternidad. 

El trauma de la violencia obstétrica 

Según la trabajadora social Stephanie Nieves Ríos, gran parte de las mujeres que ha sufrido la violencia obstétrica no lo reconoce como violencia, ya que, en la mayoría de los casos, las víctimas presumen que el parto debe ser un proceso doloroso y complicado. 

Lee aquí el testimonio «El parto no respetado existe en nuestro país»

Nieves Ríos, quien realizó una investigación cualitativa junto a otras dos investigadoras sobre las experiencias de violencia obstétrica de 10 mujeres que parieron entre 2014 y 2016, explicó que la idea de que el proceso de parto debe ser incómodo y difícil ha creado un tipo de trauma social sobre la maternidad, convirtiéndola en algo compulsorio y automáticamente violento.  

“Hace falta un cambio de conciencia; un cambio en cómo concebimos el parto y cómo concebimos la maternidad. Tenemos que romper con esa idea de que no importa cuán horrible sea el parto lo que importa es que tu bebé esté bien”, aseguró Nieves Ríos. 

El ambiente violento que se puede crear en una sala de parto tiene muchas repercusiones, pero la más importante es que las mujeres simplemente no paren, según la consejera profesional y trabajadora social Zulimar Hernández. Cuando se habla de hospitales, se alude a un escenario donde, explicó Hernández, existe mucha incertidumbre y aún más miedo, lo que puede afectar el proceso de parto, ya que elimina todos los elementos necesarios para tener un parto adecuado y natural: paz, tranquilidad y oscuridad. 

“El hospital no es compatible con la fisiología de una mujer. El parto es más emocional que racional y, por ende, hay una relación entre el miedo y la incertidumbre con nuestra incapacidad para parir”, explicó Hernández. 

El miedo obstruye los procesos naturales del cuerpo de la mujer gestante durante el parto; obstruye la producción de hormonas necesarias para la relajación del cuerpo y los reemplaza por hormonas que se secretan para lidiar con el terror. El ambiente y los protocolos de un hospital aportan a la generación de traumas en las víctimas de violencia obstétrica, según Hernández, porque suprimen los instintos naturales de la madre. 

“Nosotros somos mamíferos y cuando un mamífero tiene miedo hay dos respuestas que ayudan a que no se traumatice: una es pelear y la otra es salir corriendo. La mujer en un hospital no puede pelear y tampoco puede salir corriendo, y, entonces, se queda totalmente paralizada. […] Eso le ocurre a las personas que se traumatizan”, aseguró la doctora. 

Las consecuencias de la violencia obstétrica van más allá de lo físico, ya que tiene un efecto directo en la estabilidad emocional de la víctima y puede generar traumas difíciles de superar. En Puerto Rico, se han creado proyectos de ley que buscan proteger a la mujer durante su embarazo y parto, pero todos han sufrido uno de dos finales: son ignorados o rechazados por alguna parte del sistema legislativo de la isla debido al fuerte cabildeo de la clase médica, o son aprobados para luego ver las directrices establecidas ser ignoradas. 

La violencia obstétrica no es solo una variación más de la violencia institucionalizada, sino que también es violencia de género, y representa otra manera en la que los derechos de las mujeres se ven violentados, en este caso, para acomodar las exigencias profesionales o personales de un doctor, y la avaricia del sector de salud, concluyeron.   

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