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La lucha por la ciudadanía plena de dominicanos de ascendencia haitiana continúa

Yocelyn Guerrero

(Foto suministrada)

(Santo Domingo).- Hace seis años, una dominicana llamada Yocelyn Guerrero fue despojada de su nacionalidad. Desde entonces, aunque logró, en parte, una solución legal, lucha por la ciudadanía plena para miles de dominicanos de ascendencia haitiana que, como ella, fueron desnacionalizados con la sentencia 168-13 del Tribunal Constitucional, y a quienes, a su juicio, la ley 169-14, promulgada tras una dura presión internacional, no ha restituido plenamente sus derechos.

Yocelyn, hoy médica en ejercicio y madre de dos niñas, piensa que el Tribunal Constitucional hizo evidente la violación de derechos humanos que durante décadas han sufrido los dominicanos de ascendencia haitiana.

“Si bien es cierto que la sentencia legalmente quitaba la nacionalidad a los hijos de haitianos, eso se venía haciendo desde hace mucho, porque a mi hermanito, que ahora tiene 26 años, cuando nació, no le quisieron dar acta de nacimiento, había un oficial allá que no aceptaba hijos de haitianos”, dice.

Para ella, la sentencia, al tiempo que violentó sus derechos, dio a las comunidades de dominicanos de ascendencia haitiana la oportunidad de denunciar claramente la discriminación que sufren.

“Nos dio la oportunidad de defendernos y de que el mundo sepa qué está pasando aquí. Si bien no se ha resuelto el problema, ni siquiera para el grupo A, porque cada vez que voy a buscar un acta de nacimiento es un show en la junta”, explica.

Cuando Yocelyn habla del grupo A, se refiere a una división que introdujo la ley. Las personas dominicanas de ascendencia haitiana fueron segregadas en dos categorías: la A designa a quienes tenían actas de nacimiento al momento de la sentencia, y la B a quienes no estaban inscritos en el registro civil, aunque habían nacido en el país.

Al momento de la sentencia, la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) y organizaciones de derechos humanos estimaban que entre 133,000 y 200,000 personas habían sido desnacionalizadas.

Cinco años después, según un artículo publicado por la investigadora Paola Pelletier, de las 61,229 personas identificadas por las autoridades como del grupo A, un 58 % no ha retirado sus documentos y un 3 % se encuentra observado o en proceso de nulidad.

El resto ha podido recuperar, al menos en parte, su acta de nacimiento y su cédula, en la mayoría de los casos después de ser transcritos en un libro distinto al de los demás dominicanos nacidos en el país. La auditoría se remontó a 1929, es decir, que se rastrearon cuatro o más generaciones de dominicanos de ascendencia haitiana. En su momento, el movimiento Reconoci.do y otros grupos sociales denunciaron irregularidades en la auditoría de la JCE.

La situación del grupo B es más crítica. De acuerdo con Pelletier, solo lograron inscribirse 8,768 personas del grupo B. Estos dominicanos desnacionalizados tuvieron 180 días para registrarse en un proceso que se supone conduciría a la naturalización. El 24% de los expedientes de este grupo fueron “observados”. En general, no han adquirido la nacionalidad por “naturalización” como se dijo, y se les exigen otros trámites adicionales, según el artículo de la investigadora.

Para los que no entran en estas categorías, por ejemplo, personas del grupo B que no lograron completar los documentos, y sus descendientes, no hay solución jurídica a la vista.

En junio de 2015, el presidente Danilo Medina dijo, en un discurso en la Cumbre del sistema de Integración Centroamericana (SICA), que la República Dominicana en ese momento no tenía un problema de apatridia, como denunciaban organizaciones de derechos humanos.

Consecuencias de la desnacionalización

Yocelyn, que se encuentra entre quienes tienen el problema “resuelto”, todavía lidia con empleados que la tratan como ciudadana de segunda categoría, cuando va a una oficina estatal, por ejemplo, a renovar su pasaporte o a buscar un acta legalizada.

“El personal no sabe lo que pasa y como me transcribieron a otro libro, se supone que los transcritos son los hijos de dominicanos que nacieron fuera, ellos no manejan esa información; porque la sentencia es una sentencia de odio y de antihaitianismo, porque todas esas cosas pasan con los descendientes de haitianos, no veo en la junta un descendiente de otra nacionalidad cogiendo esa lucha, ese estrés que nosotros tomamos”, dice.

Cuenta que cuando fue a renovar su pasaporte, “la joven de la ventanilla me dice que no puede recibir esos documentos, que me vaya a Santo Domingo, no me dice a dónde. Le digo ‘pero, ¿cómo que me vaya a Santo Domingo y ni siquiera me sabes decir a dónde?’, ‘no porque eso no es aquí’. Me le tuve que poner fuerte: ‘Ponme con tu supervisora porque no me vas a mandar al limbo de Santo Domingo’. Cuando me pone a la supervisora, la señora me dice que ella de eso no sabe, no tiene información, porque el libro transcrito es para hijos de dominicanos que nacieron fuera, no para hijos de haitianos. Le dije: ‘¿No sabe lo que es la ley 169-14? ’, y me dijo: ‘Déjame tus documentos, porque no autorizo la foto hasta que resuelva eso’, y pasaron de 15 a 21 días más”, dice. Al final, según su relato, tuvo que pagar RD$3,000 adicionales para renovar el documento.

Pero, su mayor preocupación son los dominicanos que la ley llama grupo B.

“Me siento comprometida a seguir luchando, de hecho, trabajo los derechos humanos, la parte que hago más es orientarlos en lo que son sus derechos, que son dominicanos también, que no han pisado Haití ni siquiera, están en un limbo”, lamenta.

Cuenta el caso de un joven que estudió en una universidad como el dominicano que es, aunque era del grupo B, gracias a un permiso especial del centro académico. Pero, según dice Yocelyn, al cambiar las autoridades del recinto, los nuevos incumbentes no le reconocieron la dispensa y ahora lo quieren obligar a pagar como extranjero: al no tener esa cantidad de dinero no se ha podido graduar ni ejercer su profesión de manera formal.

Yocelyn no sufrió, como otros dominicanos de ascendencia haitiana, las durezas de la paralización de proyectos de estudio, trabajo o viajes.

Cuando el Tribunal Constitucional desnacionalizó a miles de dominicanos, era estudiante de término de medicina y una bioanalista graduada con honores en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD).

La salvaron de la no ciudadanía absoluta, el apoyo de personas con cierta influencia que admiraban su inteligencia y dedicación a los estudios, y la ayudaron en la gestión de sus documentos.

Sin embargo, sufrió, como otros dominicanos de ascendencia haitiana, la angustia de ser tratada como una no ciudadana al ir a buscar su acta de nacimiento con fines de gestionar la graduación.

Explica que, en pleno apogeo de la sentencia, cuando el funcionario llenaba el documento, se paralizó al leer “madre de nacionalidad haitiana”.

“Llegó hasta la h y lo dejó hasta ahí”, narra.

Tuvo que esperar tres meses hasta que las gestiones de quienes la ayudaron dieron sus frutos.

Antes de ese incidente, se había enterado de la sentencia por el video de un grupo de activistas, y como, aparentemente, sus documentos continuaban vigentes, pensó, en principio, que no había sido afectada. Dice que se involucró por solidaridad con los otros, sin saber que ella también había sido desnacionalizada.

Reflexiones sobre la identidad

A partir de la sentencia, Yocelyn dio nuevos significados a sus orígenes, a su historia como dominicana de ascendencia haitiana y al legado de su madre.

“Nací en un batey (comunidad cañera) de Esperanza, no sé el nombre, por los años 70 y pico, del batey no sé mucho, pero cuando tenía dos años, nuestra madre nos mudó a Pueblo Nuevo de Mao, ahí crecimos, ahí nos inscribieron en la escuela sin documentos (los conseguirían luego). Nos recibió el director, nos inscribió así. Entiendo que tuvimos una niñez agradable dentro de todo. Después fue que me di cuenta, cuando crecí, que la gente decía una cosa que ahora no me encaja: ‘Cásate con un blanco para que limpie la raza’, fue cuando yo entendí que mi raza estaba sucia, cosas así”.

La mamá de Yocelyn, María Therese, es una líder comunitaria que le legó, entre otras cosas, su lengua, el creole, y la costumbre de hacer sopa de auyama cada 1 de enero.

“Mi madre es haitiana, vino aquí adolescente, cuando sus padres murieron. Ella tenía esa cultura y se fue dominicanizando. Con el tiempo, dejó de cocinar como lo hacía: le echaba clavo dulce a la habichuela, dejo de hacerlo, hacia la cosa de harina de maíz, chenchén, y fue dejando de hacerlo. Pero esa sopa de auyama la hacía, yo pensaba que era por el año nuevo”, dice.

Luego de la sentencia, al estudiar la historia del país de su madre, entendió que la sopa que su mamá compartía con otros haitianos se cocinaba para celebrar la Independencia de Haití y la libertad de los esclavos.

Ahora se define como habitante de la isla.

“No puedo decir que mi creole es del bueno, pero entiendo y me entienden, se ríen de vez en cuando… te puedo decir que conozco tal comida de allá, también la de aquí, que tengo familia allá y familia aquí. Eso me hace ser habitante de la isla y no solamente de un solo lado”, afirma.

No cuenta la historia con dolor, o eso parece. Pero, la desnacionalización es siempre el recuerdo de la herida abierta en su dominicanidad.

“Aunque en algún momento me sentí mal, y no quería ser dominicana porque me sentí humillada cuando me quitaron la nacionalidad, porque su identidad es como lo único que uno tiene socialmente, entonces dejas de ser dominicana de un momento a otro cuando no te lo esperas… eso me abrió los caminos para buscar conocimiento sobre la historia de los dos países”, dice y recalca la importancia de que se eduque desde los derechos y no desde el odio, como ella trata de hacer durante las charlas que ofrece, de forma voluntaria.

*Esta historia fue escrita en el marco del proyecto “Promoción de una cultura democrática y de tolerancia frente al racismo y la xenofobia en los medios de comunicación”, ejecutado por Espacio Insular con el apoyo de la Asociación Mundial para la Comunicación Cristiana (WACC) y el financiamiento de Pan para el Mundo.

**Riamny Méndez Féliz coordina Libertarias, segmento radial feminista de La República Radio.

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