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Es hora de aplicar nuestras lecciones pandémicas

(Foto tomada en el contexto de la Cumbre Internacional de Afrodescendencia por Cris Seda Chabrier)

La pandemia no ha terminado y ha quedado más que probado que el virus COVID-19 no es “un catarro”. Es una enfermedad que puede envejecer a una persona joven, destrozar una familia, comunidad, país y también su economía. Y, aunque la fatiga pandémica es muy real, no nos debe desensibilizar, sino hacernos reflexionar sobre cómo responder mejor. 

Más de 4,000 vidas perdidas en Puerto Rico nos debe provocar suficiente dolor, indignación y angustia como para hacer todo lo posible por evitar más. Especialmente, ahora que la positividad está aumentando y observamos repuntes en otras partes del mundo.

En mi trabajo como coordinadora de Aquí Nos Cuidamos, una colección educativa de Ciencia Puerto Rico sobre COVID-19, vacunas y salud mental, he podido poner en práctica y reflexionar sobre realidades de las que creo todxs nos podemos beneficiar. 

La buena comunicación es la que funciona 

Desde un principio de la emergencia, el problema más fundamental ha sido no poder comunicar bien lo que está sucediendo, lo que sabemos y lo que no, y nutrir las redes de comunicación comunitaria con esa información, en honestidad y solidaridad. En este aspecto, el gobierno ha fracasado espectacularmente, también los CDC. 

Junto a la rampante desinformación, ambos fenómenos presentes en muchos otros países del mundo, se ha abierto o profundizado la brecha entre muchas personas y la ciencia, vulnerándoles aún más. 

Pero, claramente, los esfuerzos independientes y comunitarios han rendido frutos. Miremos cómo aunque dejó de ser obligatorio el uso de mascarilla en la mayoría de los lugares, vemos comercios que la exigen y a la ciudadanía usándola. Porque cuando la mascarilla previene enfermedad y muerte, no es restricción, es libertad.

Lo que falta siempre es la solidaridad 

Ignorar la amenaza que es el COVID-19 es una muestra de privilegio, porque la pandemia nos ha afectado a todas las personas, pero jamás por igual. Si eres una persona pobre o una persona negra, tienes mayor probabilidad de enfermar de gravedad e incluso de morir. 

El COVID-19 lo que ha logrado es exacerbar inequidades sociales que existían antes de marzo de 2020. Atender esta emergencia sin considerar estas inequidades, hará interminable esta pesadilla que enfrentamos como planeta. No podemos permitir que el privilegio (muchas veces, privilegio blanco) continúe normalizando muerte y enfermedad. 

Las personas religiosas también potencian la ciencia 

Es un mito que una persona creyente no pueda potenciar la ciencia. En Aquí Nos Cuidamos contamos con un grupo de embajadores comunitarios que lideran esfuerzos de cuidado en sus comunidades. Muchas de estas personas son personas creyentes. No por esto ignoran la ciencia. 

Al contrario, su fe les lleva a potenciar el conocimiento científico para proteger a sus comunidades. Incluso, una de estas lideresas, cuando le pregunté por qué creía en la ciencia, me respondió: “Eso es como si me preguntaras por qué creo en Dios”. La religión no debe servir de excusa para no escuchar la ciencia, pues ambas pueden coexistir en la misma persona. 

Hay que combatir el sensacionalismo mediático 

Por último, pero no menos importante, desde los espacios mediáticos debemos buscar la forma de sostener la conversación y educación sobre COVID-19 y la ciencia. No se puede dar espacio al tema solo cuando hay un repunte y aumento en muertes. Los medios dictan qué debe estarse discutiendo en el país, y la clave aquí es la prevención. (Además, el buen periodismo es el que te da lo que quieres y lo que necesitas, no el que solo busca tu clic apelando a tus emociones). 

Si hay un punto urgente que valida que COVID-19 no tome un cuarto o quinto espacio en nuestra agenda, es el diagnóstico de “covid persistente” o “long-covid”, que es cuando los síntomas de la enfermedad persisten por meses. 

Yo también estoy harta de estar viviendo una pandemia. El costo social, mental y físico de lo que estamos viviendo ha sido extremadamente alto, y apenas comenzamos a ver las secuelas de lo que vivimos. 

Pero si en algo me refugio desde aquel tétrico 11 de marzo de 2020, es que la ciencia es una herramienta comunitaria, la ciencia boricua un baluarte criollo y el cuidado colectivo es un superpoder boricua

Y Aquí Nos Cuidamos es muestra de todo esto. Por algo, fuimos nombrados el Avance del Año 2021 en la categoría de participación científica en la Cumbre Científica Falling Walls, celebrada en noviembre pasado en Berlín, Alemania. Esta colección se creó con y para nuestras comunidades boricuas, porque hay cosas que hacer a nivel individual, comunitario y gubernamental. Y, aunque todavía no estamos en la era pospandémica, esto sí tiene fin

En comunidad, con conocimiento y prevención, saldremos de esta. Voy a nosotres, porque el pueblo boricua está acostumbrado a dar cátedra en los momentos más difíciles. Confío en que esta vez no será la diferencia.

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