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El cuidado colectivo es un superpoder boricua

Quilombo feminista Colectivo Feminista en Construcción

El 25 de noviembre de 2020, la Colectiva Feminista en Construcción realizó el Quilombo Feminista, en Barrio Obrero, Santurce. (Archivo de Ana María Abruña Reyes)

Muy poco funciona en Puerto Rico. Sobra la indignación y la corrupción se ha vuelto modalidad de gobernanza. Algo que resiste y persiste son nuestras comunidades y su lucha por una vida digna. ¿Por qué? Porque en Puerto Rico somos expertxs en cuidado colectivo, especialmente nuestras mujeres negras. 

Como comunicadora, mi deber es representar los tiempos que vivimos. Y, vengo a reflexionar junto a ti sobre lo que me parece la gran oportunidad que nos regaló experimentar la pandemia del siglo, quizá de la historia. 

Esta pandemia por COVID-19 hizo terroríficamente palpable la realidad de que somos una especie, que vive en un mismo planeta, y no basta con pensar las soluciones a nuestros problemas como países y gobiernos individuales, pues los males y retos que enfrentamos, como la pobreza, el hambre, la discriminación y el racismo, la corrupción política, la falta de acceso a educación y servicios de salud, la violencia contra las mujeres, los efectos del cambio climático y el capitalismo, están presentes en todos los continentes de este mundo globalizado.  

El cuidado colectivo es eso mismo, cuidar el colectivo; accionar desde esa mentalidad. Y puede ser instintivo, si lo desarrollamos. 

Somos un grupo de seres interdependientes con historias individuales y colectivas que, especialmente en sus peores momentos, nos recuerdan que sí, nos necesitamos, y siempre más de lo que pensamos. Y aquí, en este archipiélago tan confundido y en su límite, dando tumbos mientras aprendemos a ser, hay múltiples ejemplos de iniciativas y proyectos exitosos pensados, precisamente, desde el cuidado colectivo.

Las mujeres activistas, especialmente las negras, están transformando el país, y el mundo 

Desde Celestina Cordero y su histórica lucha por una educación accesible para todxs; la Colectiva Feminista en Construcción, quienes en el 2019 llegaron hasta el Aeropuerto Luis Muñoz Marín a recibir a Ricardo Rosselló, desatando lo que hoy conocemos, y celebramos, como #RickyRenuncia; Mercedes Martínez, presidenta de la Federación de Maestros e incansable luchadora por la educación pública del país; hasta la representación política de la senadora Ana Irma Rivera Lassén, quien desde su plataforma ha cumplido con el compromiso de abrir espacios legislativos a reclamos comunitarios y responder a ellos. En una sociedad que, como bien dijo la profesora Isar Goudreau en entrevista conmigo, por ser “una sociedad posesclavista, es una sociedad racista”, es difícil que naturalmente reflexione y se dé cuenta de cuánto le debe a sus mujeres negras.

La comunidad científica boricua nos cuida

El compromiso de la comunidad científica boricua, a sabiendas de los abusos que hemos sufrido, como la esterilización involuntaria de nuestras mujeres, se ha hecho evidente en figuras cómo la epidemióloga Fabiola Cruz López, de quien nació la idea y gestación de crear el Sistema Municipal de Investigación de Casos y Rastreo de Contactos; el trabajo voluntario de la Coalición Científica; organizaciones como VOCES Puerto Rico, que han complementado al Departamento de Salud en esfuerzos de vacunación, llegando a sobrepasar a Walgreens, y de Ciencia Puerto Rico y nuestro proyecto educativo Aquí Nos Cuidamos, cocreado con comunidades; doctoras como Mariola Rivera Reyes, “Mariola ya contestó eso”, y Marieli González-Cotto, y sus inagotables energías para responder dudas de su audiencia sobre COVID-19 y las vacunas; hasta el proyecto de décadas que está revolucionando nuestra generación energética y con ello nuestra autoestima nacional, Casa Pueblo y su exitosa Insurrección Energética. 

¿Se imaginan qué sería de la respuesta a la pandemia sin el gran grupo de científicos que, de forma mayormente voluntaria, nos han informado desde marzo de 2020, desde la televisión, radio y sus propias redes? Yo no me lo quiero ni imaginar.

La historia, pa’ bien o mal, es la base   

Lo que pasó en el 1493 desembocó en lo que hoy día es el archipiélago de Puerto Rico: una colonia estadounidense pobre, alegre, racista, esperanzada, luchadora, conservadora, xenófoba, frustrante, llena de simbolismos y más preguntas que respuestas. Que por muchas razones y, en múltiples ocasiones, ha coqueteado con el cambio, algunas veces con tonalidad radical, otras muchas en reafirmación de un estatus quo que privilegia a unos pocos e intenta mantener en jaque la identidad y dignidad de una nación. 

“Un proceso abierto” llamó el fenecido historiador Fernando Picó al desarrollo político de Puerto Rico. En las aulas públicas del país, físicas y virtuales, se enseña la identidad boricua desde “la conquista” en adelante, y muchas veces el tiempo, las circunstancias que vive el magisterio, la energía o la voluntad no dan para hablar de, por ejemplo, nuestra afrodescendencia, ni mucho menos para reivindicar la imagen de los y las negras esclavizadas, sin lograr problematizar en nuestra juventud los efectos de nuestra historia y perpetuando la invisibilización de los efectos que tiene el racismo en la vida de las personas negras. 

La colonia fracasó, sí, pero fracasó para el pueblo, no el gobierno, ni el de aquí ni el de allá. Fracasó porque somos un pueblo que se rehúsa a aceptar las migajas de un segundo imperio. 

Lo que movimientos comunitarios, feministas y activistas encontraron en ese fracaso es una oportunidad de mirar hacia atrás, reflexionar, organizar, educar y accionar. Y este proceso ya comenzó a dar frutos. A diferencia de políticos tradicionales, al sector activista le importa más el trabajo que se hace y sus efectos, que cómo se ve. 

Cuando sientas que habitas un país a la deriva, pon tu mirada en tu comunidad. Pon tus intenciones a favor de enfrentar la incomodidad que piden de ti estos tiempos de cambios radicales. Donde es obligatorio que, para seguir adelante, y literalmente salvar el mundo, necesitamos pensarnos desde el cuidado colectivo, desde el feminismo, el antirracismo y las ciencias, un elemento tan natural y crucial para nuestra evolución.  

En el cuidado colectivo está nuestro futuro. En el cuidado colectivo está el puente entre ideologías partidistas y religiosas; esas que los políticos de carrera usan en nuestra contra. Vale gestar un país que vele por todas las personas que lo habitan. Vale luchar por un país que garantice calidad de vida. Cuando tengas duda, mira hacia la mujer líder más cercana, porque las mujeres, si en algo somos expertas, es en luchar por todos en una sola voz, como hace cualquier matriarca boricua en su hogar día tras día. 

¿Qué será de Puerto Rico si llevamos nuestras energías y luchas más allá de la supervivencia, como colectivo?

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