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El arte menstrual en Puerto Rico: una forma de politizar la menstruación

(Suministrada por L’Orangelis Thomas Negrón)

La artista L’Orangelis Thomas Negrón empezó a pintar con su menstruación cuando comenzó a utilizar la copa menstrual. En ese momento, descubrió que pintar con su regla era la manera de conectar con esa sangre que, en algún momento de su vida, le había causado miedo y preocupación.  

“Pintar con mi sangre menstrual significa apoderarme no solo de mi menstruación, sino también de mi diagnóstico de VIH”, expresó Thomas Negrón.  

La también activista por los derechos sexuales y reproductivos de las personas que tienen un diagnóstico del Virus de la Inmunodeficiencia Humana (VIH) se enteró que vivía en positivo cuando era una niña. Así que tenía conocimiento sobre algunos aspectos sobre el virus. Por ejemplo, conocía que la sangre era uno de los fluidos que podía transmitirlo, pero “no tenía mucha más información sobre la menstruación y, mucho menos, sobre la menstruación y el VIH”, aseguró. 

La menstruación siempre era una preocupación para Thomas Negrón. Además, no sabía con quién podía hablar sobre el tema. 

“En las conversaciones que yo tenía en la clínica, con los doctores, la menstruación no era un tema. Tampoco, había mucha información sobre cómo la menstruación se iba a ver afectada o no en personas viviendo con VIH”, sostuvo la también facilitadora menstrual. 

Si la menstruación ha estado rodeada de tabúes y estigmas en casi todas las partes del mundo, sobre menstruación y VIH casi ni se habla. 

A nivel mundial, en 2015, había alrededor de 17.8 millones de mujeres que vivían con VIH. Esto equivale al 51% del total de la población adulta que vive con el virus. En el Caribe, las mujeres representaron un 35% total de nuevas exposiciones en personas adultas; entre el colectivo juvenil de 15 a 24 años, este porcentaje ascendió al 46%, según datos de de la Organización de las Naciones Unidas  para la Igualdad de Género y el Empoderamiento de la Mujer (ONU Mujeres)

De acuerdo con el Fondo de Población de las Naciones Unidas (FPNU), la salud menstrual está intrínsecamente relacionada al marco de los derechos humanos y la equidad de género. La escasez de información, las narrativas tradicionales y la falta de políticas públicas de salud relacionadas con la regla perpetúan la laceración de los derechos humanos. 

Apalabrar y representar las experiencias menstruales: una necesidad en común 

En los círculos menstruales, un espacio de diálogo sobre las vivencias de las personas menstruantes y menopáusicas, que Thomas Negrón organiza, se dio cuenta de que habían muchas personas con la necesidad de expresarse, como ella, sobre las experiencias de la menstruación a través del arte. 

Por esta razón, creó la exhibición Cíclica, en una casa que varios artistas han habilitado para realizar exhibiciones de artes y talleres, en Manatí. 

En el evento de concienciación menstrual, que empezó el 15 de mayo y culminó el 6 de junio, colaboraron 22 personas. La exhibición contó con 26 piezas, en las que cuatro eran de la autoría de Thomas Negrón, y las otras de les 22 colaboradores. 

La artista ha publicado en sus redes sociales que habrá una segunda exhibición de sangrado libre, pero todavía no tiene fecha de apertura.

Además de las obras hechas en papel y canvas, se destacan instalaciones. Por ejemplo, una copa menstrual de barro que se derrama encima de una mesa y la sangre cae al suelo. También, piezas hechas con tela y en las que se utiliza el bordado.  

“El propósito de esta exhibición es más que nada un proceso para las personas que participan de ella. Porque es un proceso de emancipación, de exploración, de apoderamiento, de conexión, de romper con los estigmas y los prejuicios. En la medida que uno rompe con sus propios prejuicios, uno comienza a vivir de una manera que apoya a que esos prejuicios en las otras personas vayan disminuyendo, hasta que se erradican”, enfatizó Thomas Negrón, quien forma parte de Pangea, un espacio autónomo y autogestionado por jóvenes con VIH para acompañarse y organizarse.   

La sangre menstrual y el arte: genealogía feminista 

En el siglo 20, las artistas feministas empezaron a utilizar sus propios cuerpos y sangre menstrual como materiales para hacer arte. Principalmente, en la década de 1960, en Estados Unidos, las artistas del performance exploraron el potencial de las experiencias del cuerpo y la vida humana para darle forma a la creatividad y para que la creación artística estuviera vinculada a las vivencias subjetivas de las artistas. Esto provocó una ruptura con la visión patriarcal del arte. En este momento, las artistas narran sus historias, según Lourdes Méndez, investigadora en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad del País Vasco. 

El arte feminista de esa época  articula el derecho de las mujeres a representar y politizar sus propios cuerpos e identidades sexuales con representaciones de temas previamente tabúes como la menstruación. 

Como argumenta, la doctora en Ciencias Sociales Eugenia Tarzibachi, en Revista Anfibia, “colocar la menstruación en el clóset fue la forma de volvernos cuerpos aceptados socialmente, más parecidos a la norma: los cuerpos amenstruales de los hombres (cisgénero)”. No obstante, convertir el cuerpo de las mujeres cis y personas menstruantes en un proceso político ha sido una reivindicación de los estudios y la militancia feminista. 

Sin embargo, desde hace décadas, muchas artistas están cada vez más conscientes de su ciclicidad e intentan visibilizar lo que implica tener la menstruación una vez al mes. El propósito: problematizar y politizar el estigma que se ha construido sobre el cuerpo de las personas que menstrúan como algo sucio, impuro y que debe permanecer silenciado y oculto. Para así, apoderarse de sus cuerpos y sexualidad. 

Esta perspectiva que cuestiona el discurso excluyente de la menstruación pone de manifiesto que no es un simple fluido, sino que es un fenómeno histórico y social, según la investigadora feminista Núria Calafell Sala.

Esta visión de minimizar la menstruación ha tenido como consecuencia, de acuerdo con Calafell Sala, primero, negar el valor político y público de la regla. Por esta razón, no se tiene en cuenta la implementación de políticas públicas adecuadas para la distribución equitativa, la adquisición gratuita y obligatoria, y la gestión informada y consciente de los métodos, que hoy ofrece el mercado, para gestionar la menstruación. 

Segundo, el lugar desde el cual se impone una única forma de acercarse al sangrado menstrual: el biomédico. Y se ignoran otras formas, como el arte menstrual. Y tercero, el del género, en el que se construye una menstruación esencialmente de “mujeres”, excluyendo a otros sujetos que también tienen la capacidad de menstruar, al mismo tiempo que se les impone a las niñas un devenir mujeres cuando tienen su menarquia.  

Cíclica es mucho más que una exhibición de arte

Cíclica también funciona como un espacio de encuentro, talleres e intercambios de saberes sobre temas relacionados con  la menstruación y el VIH.   

“Cíclica no es solamente una exhibición de arte menstrual. Son varias actividades. Encuentros pequeños para compartir saberes entre personas que sí son educadoras menstruales, personas que quieren hacer la distribución de copas menstruales o personas que quieran hablar del tema en sus comunidades”, dijo Thomas Negrón, quien, además, es creadora del proyecto digital sobre justicia reproductiva, menstruación y autogestión Matrilíneo.   

Entre estas actividades, se destacan la distribución de 1,000 copas menstruales, encuentros pequeños sobre educación menstrual, uso de la copa menstrual y demostraciones del autoexamen vaginal. También, talleres para que mujeres que vivan con VIH aprendan cómo confeccionar toallas reusables.  

“El mensaje que quiero transmitir de esta exhibición es que hay otras formas posibles de conectar con la cuerpa. Muchas de las vergüenzas que sentimos, es una vergüenza impuesta. Y es que no nos quieren apoderadas de nuestros cuerpes. No nos quieren tomando decisiones sobre nuestros cuerpes. Romper con la vergüenza impuesta sobre nuestra cuerpa y nuestra menstruación es lo más revolucionario que podemos hacer”, concluyó Thomas Negrón.   

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