Es el verano del 2017 al mediodía, específicamente, el 17 de julio de 2017. Un amigo me escribe un texto para decirme que en un programa de radio FM estaban hablando sobre las mujeres y el deporte, algo poco común en las ondas radiales. Procedo a poner la emisora y escucho a un hombre con su tono de voz agudo, pero escandaloso. Escucho su voz por encima de la persona que está al otro lado del teléfono.
Aunque sintonicé tarde el programa, pude escuchar 20 minutos de la postura del locutor sobre el poco respaldo hacia las mujeres deportistas. A mi mente llegaban las mismas preguntas de siempre. ¿Por qué el deporte femenino pisa y no arranca? ¿Por qué no tiene el respaldo que tiene el masculino? ¿Por qué las mujeres cobran menos? En fin, todas preguntas recurrentes que resurgieron al escuchar el programa radial de La garata de La Mega, en el que el manejador, Héctor Torres, mejor conocido como el Playmaker, discutía con la exjugadora de baloncesto Natalia Meléndez.
Él planteaba que las desigualdades provenían no solo del poco apoyo a las mujeres atletas, sino del poco apoyo de las mujeres, en general, al deporte femenino. Luego de no permitirle hablar, fue enfático en recalcar que todo el problema de desigualdad en el deporte proviene exclusivamente de las mujeres. Hizo el planteamiento sin ofrecer ninguna estadística oficial, sin ningún número de boletos vendidos, sin fuentes que evidenciaran su postura. Sí, las mujeres son las culpables de que se les brinde menos auspicios, que no se les visibilice y, por supuesto, que cobren menos en premios.
Así como se culpa el uso de una falda corta como motivo de violación, el Playmaker afirmaba categóricamente que la responsabilidad de esa inequidad reside en la víctima. La postura del Playmaker es que la mujer atleta no vende, las mujeres no apoyan y, por lo tanto, es culpa exclusiva de las mujeres.
Lo que Torres parece que no puede internalizar es que Meléndez jugó con la selección nacional de baloncesto desde 1993 hasta 1997, además de jugar 14 temporadas con las Mets de Guaynabo. Posee un bachillerato en comunicación de la Universidad de Mobile, además de ser ancla en deportes en WIPR, más comentarista deportiva del Baloncesto Superior Nacional, de la FIBA y del COPUR en medios televisivos, espacios donde la mayoría de los comentaristas son hombres. Como define la periodista española Rosa Montero, “resulta chocante que el deporte sea uno de los sectores sociales donde más se discrimina a la mujer”. Torres tenía el recurso allí, disponible, y decidió mejor callar a Natalia que dar el espacio para el aprendizaje y la apertura.
Traigo esta situación casi dos años más tarde porque, en corto tiempo, ha habido cambios positivos que provienen de los auspicios hacia las mujeres. Los recientes triunfos lo evidencian: Adriana Díaz en tenis de mesa, Beverly Ramos en carreras largas, la medalla de oro olímpica de Mónica Puig, Amanda Serrano con sus campeonatos en siete títulos mundiales, la presea plateada mundialista de María Pérez en judo, citando solo un puñado de atletas que han ayudado a adelantar las figuras de la mujeres atletas.
A nivel nacional, la cervecería Corona anunció el pago equitativo a hombres y mujeres en las competencias de surfing en respuesta a la promoción negativa que recibió a nivel mediático. Esto también movió a la Asociación Internacional de Surfing a conceder los mismos premios, tanto a hombres como a mujeres. A nivel internacional, la compañía Adidas anunció, en los pasados días, que daría los mismos premios a las mujeres en las copas de la FIFA. En España, se han creado unos patronazgos que buscan apoyar económicamente a las mujeres atletas de forma exclusiva. Estos patronazgos han sido parte fundamental para que, el pasado domingo, 17 de marzo, se llenaran los 60,739 asientos del estadio Wanda Metropolitano en Madrid para un partido entre los equipos femeninos Atlético de Madrid y el FC Barcelona.
Las mujeres han ido poco a poco logrando más participación, llegando a deportes a los que antes no tenían acceso. Ha sido un camino largo, de luchas, lágrimas y satisfacciones. A diferencia de la práctica deportiva masculina, que no se cuestiona, que se entiende como una parte orgánica del ser hombre, el deporte femenino ha tenido que probarse continuamente. Si el señor Playmaker estudiara e hiciera lectura de trabajos académicos e investigativos, no solo en Puerto Rico, sino también en el resto del mundo, se enteraría de que las desigualdades de las mujeres en el deporte tienen sus cimientos en las mismas desigualdades que sufren las mujeres en términos laborales, sociales, reproductivos, domésticos, y ya es hora de derrumbarlas.